Política es profesión difícil
Tengo una particular admiración por los políticos, no obstante las objeciones sociales porque no entienden o irrespetan la gran tarea que ellos desempeñan en los pueblos. Los políticos son personas entregadas a su profesión. Es difícil verlos fuera del contexto de su trabajo. Son elementos de multitudes. Escasos en ambientes de distracción. Esquivos para la socialización si ésta no entraña la suma de votos. Estos profesionales de la gobernanza desconocen otra diversión que no sea la política. Cuando son opositores se las pasan amarrando voluntades en contra del que está arriba. Si logran gobierno trabajan hasta muy tarde todos los días de la semana, a costa de sus familias. Cumplen a cabalidad aquello de que ganaron las elecciones para gobernar. En el poder invierten mucho tiempo en esquivar los proyectiles de la oposición y las zancadillas de los propios que siempre están chismeándolos con la superioridad. Los políticos, sobre todo de los niveles bajos y medios, obtienen poder cuando están bien engranados porque tienen que ganar dos veces: triunfar sobre los contrarios y que tu jefe también gane, si no se quedan a tocar puertas. Esos ciudadanos que se dedican a la política siempre dicen que sí, sin importar la petición, aunque el cumplimiento de la palabra esté lejos de su alcance. Son vendedores de ilusiones. Prometer, prometer hasta vencer. Después de vencido olvidar lo prometido. Los políticos maduros tienen la piel resbalosa. Ofenderse sólo es actuación. La sangre se les torna fría y duermen en la cama de la realidad. Todo es negociable. Atienden la sístole y diástole de la coyuntura como un cardiólogo al paciente. Son afables, saludadores, entrenados en recordar los nombres; y reciben el chisme como un postre. Cuando están abajo son accesibles, pero la victoria los torna invisibles. Conocen el tiempo político como los meteorólogos el clima; las jugadas las hacen tomando en cuenta el flujo y reflujo de sus fuerzas. Esto hacen los políticos que hacen planes y estrategias, porque hay muchos que viven en política y flotan en ella como mancha de aceite. En política hay buenos y malos. No son ángeles ni demonios sino artífices del poder. Algunos usan la política como garrocha y otros para servir; pero todos son los instrumentos usados en los negocios del Estado. El cura vive de la parroquia y ellos del partido.