REFLEXIÓN DEL ALMA
Respetemos la opinión ajena
La desavenencia, unida al irrespeto expresado, son males en nuestro país que arrastran delincuencia y criminalidad. El mayor ejemplo es la ausencia de comprensión de muchos dominicanos ante la opinión pública y periodística. El deber del periodista, como del columnista, es publicar todas las ocurrencias nacionales e internacionales que deben ser noticia; sin embargo, tanto el escritor generalizado, periodista, y columnista, no debemos albergar ningún temor de ninguna reacción por lo que escribimos, siempre respetando las leyes nacionales, como a todo ser humano, y desde luego a la Patria, que es lo más importante. Es una verdadera lástima lo que está sucediendo con algunos periodistas excelentes dominicanos; la libertad de expresión es fundamental en el periodismo, ellos simplemente escriben lo que sienten de acuerdo a las realidades del mundo, de manera que nadie puede ser juzgado por escribir verdades, de acuerdo al criterio individual y personal. A consecuencia, sentimos profundamente, por lo que están pasando esos cuatro periodistas, sin merecerlo. Dios los ayudará a salir adelante. Igualmente, toda nación debe llevarse bien con su vecino, nuestro país gracias a Dios pudo ayudar a Haití después del terremoto, que dejó en malas condiciones a ese país. Además, nadie debe de llevarse mal con el amigo más cercano, igual que nuestra Patria con los haitianos. Es muy triste que un país se encuentre en las condiciones de Haití, consecuentemente se han volcado en la República Dominicana, tratando de entrar sin documentos en estado de desesperación. El problema consiste en que nuestra tierra no está en condiciones de sostener dos naciones al mismo tiempo; por eso insisto en mis artículos, que no podemos permitir llenarnos más de lo que estamos con los vecinos, que de hecho nos han traído bastantes problemas. En contados países latinoamericanos no se habla bien de nuestra tierra, por diferencias de criterios cuando se habla de Haití; consecuentemente, junto al dominicano con varios países deben formar un grupo de personas sensatas, que recojan suficiente dinero para ayudar a los haitianos en su tierra. ¿Qué menos puede pedirse ante un problema terrible? Una ayuda en conjunto sería lo normal, por tratarse de una verdadera desgracia de origen humano. Ese ha sido mi punto esencial; considerando que la mejor forma de ayudar a Haití es en su misma Patria, no tenemos el mismo idioma, ni la misma idiosincrasia, allá vivirán mejor que en nuestra tierra, donde existe una inmensa pobreza que todos los dominicanos tenemos obligación de ayudar. Las revueltas por no estar de acuerdo con el pensamiento ajeno, no son justas, ni humanas. En un país democrático como el nuestro, es indiscutible la libertad de expresión, que debe ser respetada por dominicanos y extranjeros en nuestra tierra. En estos momentos cuando los vecinos entran sin documentos, es cuando en República Dominicana el Gobierno hace presión para que todo ciudadano obtenga la nueva cédula, como otras exigencias similares necesarias para los nuestros. Razón primordial por la que devuelven a los haitianos indocumentados; de todos modos no existe país en el mundo donde sus leyes vigentes no se apliquen con exigencias para viajeros, que de no llevar consigo los documentos exigidos, no entran al país visitado; parte del problema haitiano. Ocasionalmente el periodista como el columnista, tenemos que escribir realidades desagradables; no obstante, si son verdades no hay alternativa; esa es la vida, a veces surgen hechos indeseados que no pueden evitarse. Por tanto no hay que irritarse, ni desear terminar con ningún ser humano, porque lo más importante de la vida es precisamente la vida humana, que debe partir de la tierra sólo cuando Dios lo disponga.