En la diana
Primer tiroAhora que el debate sobre la pobreza se suma al de los salarios, y tomando en cuenta también que el cuestionamiento a la capacidad del alto crecimiento de la economía para generar alto volumen de empleo formal todavía permanece vigente, sería conveniente y oportuno plantear algunos resultados generales y preliminares de un análisis recién concluido sobre las relaciones entre estas variables. En primer lugar, se debe considerar la relación entre crecimiento y empleo, y en segundo lugar, la relación entre los salarios pagados a la fuerza de trabajo ocupada y el nivel de ingreso de pobreza monetaria. La teoría convencional predice que la empresa formal que maximiza sus ganancias estaría contratando mano de obra hasta el punto en el que el ingreso neto de la producción adicional sea igual a la productividad del trabajador o al salario pagado. Hasta que esa condición no se alcance (lo normal en una economía de alto crecimiento), el empleo debería estar creciendo más rápido que el ingreso, o el PIB en términos agregados. Segundo tiroLos datos agregados observados no son consistente con lo que predice la teoría convencional, pues de manera persistente el crecimiento del empleo ha sido menor que el crecimiento del PIB. Pero la mayoría de las unidades productivas son informales, con costos de contratación menor a las formales, las cuales no aplican un esquema de maximización de ganancias, y más aun, la mayoría de ellas producen servicios o bienes que no enfrentan la competencia de las importaciones. Cuando se toman en cuenta estos criterios de clasificación de las actividades productivas, se puede concluir rápidamente que el empleo en el sector que no enfrenta competencia externa y que se encuentra en el segmento informal de la economía crece más rápido o a igual ritmo que la producción, y si la economía en su conjunto no produce empleo a un ritmo mayor o igual al crecimiento global, es debido a que en la parte restante se produce la situación inversa. Tercer tiroLa reducción de la pobreza requiere que crezca el volumen de empleo y que los salarios pagados sean mayores que el ingreso de pobreza. Si todas las empresas maximizaran sus ganancias enfrentando algún tipo de competencia significativa, entonces debería esperarse que los salarios promedios crezcan en consonancia con la productividad marginal de la mano de obra, como predice la teoría, y que dichos salarios fuesen mayores que el ingreso mínimo de pobreza. Pero la escasez de competencia en los mercados de los bienes y servicios que producen las empresas formales, y la fijación mediante normas de salarios mínimos que nada tienen que ver con la productividad, determinan que cada empleador pague el mismo salario, siendo así como se llega a la situación en la que entre el 2000 y el 2013 el salario real promedio del sector que no enfrenta competencia externa cayera en ocho puntos porcentuales más de lo que cayó en el si enfrenta dicha competencia. En estas condiciones, la pobreza y la generación de empleo en menor proporción al crecimiento persistirán, por lo menos hasta que una reforma laboral verdadera iguale el costo de contratación y logre una mayor vinculación entre salario y productividad.