FE Y ACONTENCER

“Yo soy la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”

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Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

a) Segundo libro de Samuel 7, 1-5.8-12,14- 16. Quienes estamos más familiarizados con las páginas bíblicas sabemos que en el Antiguo Testamento hay una sucesión ininterrumpida de grandes personajes que a través del tiempo fueron anunciando la venida del Mesías. Hoy aparece en la primera lectura el profeta Samuel, como tantos otros, llamado a jugar un importante papel en la historia de Israel. Igual que otros casos, hijo de una mujer estéril, su nombre en hebreo signifi ca “suplicado con insistencia al Señor”. En el libro de Ben Sirá o Eclesiástico se traza el perfi l de Samuel: “Amado del pueblo y favorecido de su Creador, pedido desde el vientre materno, consagrado como profeta del Señor, Samuel juez y sacerdote” (46, 13). Le correspondió ungir a Saúl como primer rey y luego a David. La promesa dinástica a David fundamenta el mesianismo real. Cada rey que nace despierta la esperanza en el que ha de instaurar el reino justo de Dios. Así leemos en el segundo libro de Samuel refi riéndose a David: “Yo te saqué de los apriscos, de andar tras las ovejas, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. Yo estaré contigo en todas tus empresas, acabaré con tus enemigos, te haré famoso como los más famosos de la tierra… Te pondré en paz con todos tus enemigos y, además, el Señor te comunica que te dará una dinastía” (2 Samuel 7, 1-12. 14-16). b) Carta de San Pablo Romanos 16, 25-27. Estos son los versos fi nales de esta carta de San Pablo a la comunidad cristiana de Roma. Fue escrita probablemente en Corinto hacia el año 57-58. Considera, al dirigirse a los romanos, que tiene una larga experiencia misionera y el propósito de iniciar la propagación del Evangelio hacia occidente llegando hasta España y pasando por Roma. Como siempre, es el gran evangelizador, fi el e incansable en la difusión de la doctrina de Jesucristo que terminará decapitado en la vía Ostiense donde hoy se levanta la basílica que guarda sus restos. Los dos apóstoles Pedro y Pablo fueron martirizados por orden del emperador Nerón. c) Evangelio según San Lucas 1, 26-38. El angel Gabriel le dice a María: “Alégrate, llena de gracia… no temas… darás a luz un hijo”. Se está verifi cando así la profecía de Isaías 7, 14: “Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel”. Ante esta propuesta María pregunta: “¿Cómo será eso, pues no conozco varón?”. El ángel le contesta: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra, por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios”. “Ahí tienes a tu pariente Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses, la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible”. A esta propuesta del ángel María responde: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Con esta aceptación del mensaje divino María se convierte en la Madre de Jesús, el Hijo de Dios, y al abrazar la voluntad divina se consagró totalmente a la persona y a la obra de su Hijo. Esta fue su opción radical por Dios. A este propósito conviene recordar que en la vida de todos los seres humanos hay decisiones y opciones fundamentales como es el matrimonio, el sacerdocio, la profesión religiosa y la misma fe cristiana que conlleva una serie de compromisos desde el bautismo, pasando por las diversas etapas de la vida, hasta la muerte. El sí de María, que la asocia como persona responsable y libre a la obra de Dios, muestran al hombre de hoy el modo de asumir compromisos concretos de presencia en el mundo y en la sociedad. Ante el asombro que provoca en María el anuncio del ángel, éste añade: “No temas, María, que gozas del favor de Dios. Mira, concebirás y darás a luz un hijo, a quien llamarás Jesús. Será grande, llevará el título de Hijo de Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, para que reine sobre la casa de Jacob por siempre y su reino no tendrá fi n”. El hágase y su canto de gratitud al Señor muestran al cristiano de hoy el modo de asumir compromisos concretos de presencia en el mundo y en la sociedad en que vive, conforme con la voluntad de Dios. Las relaciones entre los hombres comenzarán a ser realmente nuevas cuando venciendo con la fuerza de lo Alto las potencias del mal que se oponen a la libertad, a la vida y al amor, plasmemos nuestras actitudes en acciones solidarias de rechazo a toda injusticia, de promoción del hombre y defensa de la dignidad de todo ser humano (Cfr. B. Caballero. En las Fuentes de la Palabra, Domingo IV de Adviento, ciclo B).

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