COGIÉNDOLO SUAVE

Difíciles años matrimoniales

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Mario Emilio PérezSanto Domingo

En mis años de soltería libérrima, en que laboraba como locutor radial, tenía dos aficiones que devoraban mis bajos salarios, que eran las bebidas alcohólicas y las féminas. Eso motivaba que fuera bastante tímido en cuanto a dejar caer en manos de mis progenitores parte de mis estipendios. De ahí que ambos estuvieran deseosos de que yo abandonara el hogar mediante matrimonio o unión consensual. Cuando me enamoré de Yvelisse, y le ofrecí la información a mi padre, este estuvo a punto de pegar un brinco de alegría. Pero cuando le manifesté que mi futura cónyuge era divorciada, y tenía cinco hijos, su opinión surgió casi de inmediato: tú estás muy loco, o demasiado enamorado. -Las dos cosas- atiné a responder, ya que estaba consciente de que la camisa que me iba a poner medía mucho más que la tan mencionada de las once varas. El clan familiar de la combativa pedagoga y política lo constituían dos varones y tres hembras. Los varones eran los de mayor edad, y de las tres hembras la de menor edad tuvo conmigo lo que podría denominarse odio a primera vista. La causa de su animadversión era justificada, debido a que compartía lecho con su madre, y sabía que yo estaba a punto de desalojarla. Una noche en que Yvelisse y yo compartíamos un sofá en la galería de su residencia, se acercó la preadolescente, y con expresión ceñuda me formuló una interrogante de contenido necrológico: -Mario Emilio, ¿por qué usted no se muere? Los primeros meses del matrimonio pusieron de manifiesto el carácter fuerte de mi esposa, que añadido a sus celos injustificados convirtieron la relación en una especie de antesala del infierno. El símil se justifica porque en nuestros enfrentamientos verbales casi cotidianos participan con frecuencia, en calidad de árbitros parcializados, sus tres hijas. No sé cómo no tuve ataques frecuentes de tortícolis, pues me veía obligado a dar giros de cocote, debido a que las bocas vociferantes disparaban sus denuestos desde diversas posiciones. Si para esa fecha Yvelisse y yo todavía dormimos debajo del mismo mosquitero, el día 26 de este mes cumpliremos 44 años de casados. En ese lapso hemos tenido un solo pleito, que comenzamos el día de nuestras bodas, y pensamos concluirlo en enero próximo. Después de todo, los años más difíciles de un matrimonio son los primeros cincuenta, como afirma un amigo que lleva cinco divorcios.

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