Tiempo para el alma

“Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”. Mt. 11: 28. Es fácil cargarnos, sumar peso a nuestra mochila, llenarla mientras quepa carga. Vamos asumiendo lo negativo sin darnos cuenta y hasta llegamos al punto de “disfrutar” el agobio, las preocupaciones, las tristezas, las amarguras; es como cuando tenemos una ralladura en la piel, nos pica y molesta, y rascamos compulsivamente hasta profundizarla, incluso, hasta sangrar. ¿En qué momento parar? ¿En qué momento descargar la mochila? ¿En qué momento dejar de rascar con voracidad? No estamos hechos para la tortura, estamos hechos para la libertad, para caminar en la búsqueda de esos momentos de felicidad que nos producen bienestar, que nos permiten recargar energías. Mi experiencia personal, mis queridos lectores, es el haber encontrado esa fuente de recarga en Dios; en Él encuentro consuelo y esperanza. Hoy me siento en la necesidad de invitarlos a aflojar un poco (lo necesitamos), a buscar más allá de la materia y del intelecto, a vivir la espiritualidad y a creer.

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