La deuda de Petrocaribe
Reportes de prensa confirman versiones que circulan en corrillos económicos desde hace semanas: Venezuela está a punto de concretar una operación para vender 4 mil millones de dólares que le adeuda República Dominicana dentro del programa Petrocaribe, con un descuento de casi un 60 por ciento, es decir, por unos 1,700 millones de dólares. En la transacción estaría involucrado el banco de inversión estadounidense Goldman Sachs.
La versión con mayor rigor técnico y financiero apunta a que una negociación como esta sólo tendría sentido si detrás se encuentra la República Dominicana. Es decir, que Goldman Sachs sería el receptor de una operación en la que también prepararía la emisión de bonos soberanos con los que el país adquiriría su deuda con Venezuela.
Ojalá se confirme esa versión. Ya que de concretarse sería altamente beneficiosa para el país.
De entrada, el país reduciría su deuda tanto en términos totales como en porcentaje del PIB. El ahorro sería de unos 2,300 millones de dólares, más de un 15 por ciento de la deuda total y casi un 4 del Producto Interno bruto. Sería, además, una gran noticia para los agentes económicos que vienen mostrando preocupación por la sostenibilidad de la deuda dominicana debido a los niveles alcanzados en el transcurso del último lustro.
Pero también sería un buen negocio desde el punto de vista financiero, ya que aunque se estaría cambiando una deuda blanda -sólo 1% de interés anual- por bonos colocados a precios de mercado -cerca de 6 por ciento anual- los flujos totales de la operación proyectada a lo largo de los 25 años son beneficiosos para el país.
Una deuda de 4 mil millones de dólares al uno por ciento de interés paga 40 millones de dólares al año.
Mientras 1700 al 6 por ciento paga unos 100 millones. Pero proyectando los pagos a 25 años sumados al capital a vencimiento, la deuda en su estado actual suma 5 mil millones, contra 4200 millones con la reconfiguración a la que se llegaría en esta operación.
Algunos elucubran sobre las razones que tendría Venezuela para vender la deuda dominicana a “precio de vaca muerta”. Los más desaforados llegan al extremo de atribuir esta operación a una especie de “sanción por el problema haitiano”. Nada más alejado de la verdad.
Venezuela vive una situación crítica de iliquidez. Que si bien viene de lejos y se origina en el desmantelamiento de su estructura productiva y la mala gestión de los recursos petroleros bajo el régimen chavista, ahora se ve agravada con la drástica caída en los precios del crudo. Y el gobierno de Maduro, urgido de recursos con qué mantener su hipertrofiado estado inflado de clientela y asistencialismo, se ve compelido a vender los pocos productos financieros medianamente atractivos que le quedan en carpeta para ganar tiempo en lo que apuestan por un repunte en los precios del petróleo.
Están en lo mismo con Bahamas y Jamaica… Y hasta donde se sabe, esas islas no han sido víctimas de campañas de racismo y xenofobia.
Algunos apuntan que el país puede afectarse al verse impedido de pagar parte de los intereses de esa deuda con bienes o servicios, como establecen los términos de Petrocaribe.
Pero esa es sólo una posibilidad habilitada en el acuerdo que podía utilizarse a requerimiento venezolano.
En cuyo caso es bueno precisar que debido a múltiples factores, fundamentalmente trabas del lado bolivariano, es muy poco lo que el país ha amortizado por esa vía. Apenas unos 140 millones de dólares en los últimos 6 años. Por tanto, cualquier perjuicio por la modificación de esta condición es absolutamente insignificante.
Por otro lado, lo que esta operación indica es que definitivamente Petrocaribe se acerca a su final, ya que no tendría lógica que Venezuela venda la deuda dominicana con esos niveles de descuentos para seguir otorgando empréstitos en las condiciones que establece ese programa.
Pero eso también es bueno para el país porque sin ánimo de restar méritos a la solidaria iniciativa que en su momento tuvo el fenecido Presidente Chávez con el financiamiento de la factura petrolera, la verdad es que su alcance se ha magnificado.
A través de Petrocaribe República Dominicana adquiere menos del 25 por ciento de su consumo, y de eso sólo una parte es financiada. Y si bien este programa resultó esencial para mantener la estabilidad económica y la paz social cuando a finales del 2008 estalló la crisis financiera global y los precios del crudo iniciaron una escalada alcista que hizo temblar a los países no productores, a la larga Petrocaribe ha terminado por hacernos daño.
Los dólares financiados no fueron destinados a proyectos de desarrollo ni a planes de lucha contra la pobreza, sino que casi la totalidad de esos recursos fueron destinados a cubrir una parte del déficit eléctrico.
Y como las ventajas de este financiamiento tan blando redujeron el impacto sobre las finanzas públicas del déficit eléctrico, los últimos gobiernos se han manejado dentro de una especie de zona de confort y no han adoptado las medidas necesarias para encaminar la solución de este grave problema.
Y esto necesariamente tendrá que terminar.
Sin Petrocaribe, financiar el déficit eléctrico será aún más oneroso para las finanzas públicas. Lo que obligará a que de una vez y por todas salgamos de esa “modorra eléctrica” en que hemos vivido desde que se comenzaron a recibir los beneficios de ese programa.
Y si de paso nos permite sacudirnos un poco del eje de influencia de la revolución bolivariana, cada vez más sectaria, autoritaria e injerencista… Será otro beneficio adicional que esta operación traerá a República Dominicana.
