OYE PAÍS

Deleznable amenaza

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Ruddy L. GonzálezSanto Domingo

La Justicia se entiende como el árbitro de un conflicto entre partes. Cuando se acude a la Justicia se sabe que se va a ganar o a perder. Y si fue usted quien eligió ese estamento del Estado para reclamar y/o dirimir sus diferencias con otra parte, aunque espera ganar, debe saber, también, que puede perder. Es comprensible que cuando se pierde, haya enojo, frustración, ira y hasta deseos de venganza. Y con más razón se entienden las rabietas si durante el proceso se la pasa pregonando que ‘confía plenamente’ en el estamento judicial al que se ha acudido porque ‘sabe’ que tendrá ganancia de causa. El ‘pataleo’ es un síntoma común en el desenlace de los procesos en nuestro país. Nadie asume la derrota. Siempre se denuncia el fraude, la trapisonda, el plan para frustrar la victoria esperada. Hasta ahí, podemos asumir que es parte de nuestro folklore político, de nuestra naturaleza misma. Pero es inaceptable que en represalia por la derrota, se acuda a un grupo de tigres que son llevados ante las puertas de las viviendas de los magistrados del Tribunal Superior Electoral a hacerle un piquete, con bocinas a alto volumen por las cuales se propalaron los más incalificables improperios, acusaciones, insultos, amenazas y, por supuesto, injurias. Esa práctica, nueva y temeria en el país, fue puesta en ejecución este lunes y martes por un grupo de forajidos que amenazaron a transeúntes y a servicios de las viviendas atacadas de manera canallezca, porque los hombres de la casa no estaban presente para enfrentar la ofensa pretendida. “Esas aguas traen sus lodos”, dice el refranero. Por suerte, los magistrados del TSE son gente decente, profesionales del derecho y con sentido de que al ejercer la justicia corren sus riesgos. Esta acción, sin embargo, nos mueve a reflexiones mayores, toda vez que si con actuaciones de esta naturaleza es que se quiere llegar a posiciones de poder en el país, ¡qué bueno! que ese tribunal aplicara el criterio legal, basado en pruebas y hechos, y que el temor pretendido no fuera motivo de retorcer la aplicación de justicia, ya que el daño recaería sobre la sociedad toda, aunque ellos se ‘salvaran’ de la injuria.

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