Ganó Guido
El espectáculo que el pasado domingo dio el PRD Institucional --como le llaman seguidores y simpatizantes al grupo que encabeza Miguel Vargas— fue vergonzoso y deprimente. Desgarrado por la lucha interna, conducido con una concepción empresarial que en nada sintoniza con los intereses nacionales y populares, el PRD - -lo admito con dolor, vergu¨enza y pena— se ha convertido en una burda caricatura y nada queda de la organización que dirigieron en diferentes momentos Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez. El PRD de ahora es una corporación cuya propiedad fue otorgada a Miguel Vargas por el Tribunal Superior Electoral. Aquel PRD que fue el principal abanderado de la lucha por la democracia, el que en 1965 enfrentó la ocupación norteamericana, el que protestaba por las desapariciones y muertes políticas del gobierno de los doce años, el que llegó hasta el Capitolio de Washington a denunciar los desmanes de La Banda Colorá y del régimen balaguerista, ha desaparecido. Convocado el PRD a una supuesta Convención para la elección de autoridades, Guido Gómez Mazara se erigió en el representante de la ortodoxia perredeísta y recurrió a las vías que el sentido común y sentido político le indicaban, aún a sabiendas de que en esas se habían colocado suficientes obstáculos para abortar su aspiración. Arguyendo que los seguidores de Hipólito Mejía incidentarían la Convención, queriendo encasillar en el sector del expresidente a todos los que adversan a Vargas, a sabiendas de que ese argumento constituye una falacia, Guido continuó con el compromiso que su conciencia le impuso y acudió a ejercer el derecho que le correspondía, pero que le fue negado en una actitud caprichosa y completamente ajena al sentido común y al sentido político. La trigésima convención perredeísta, como se esperaba, culminó en el desastre que el país conoce y hubo que suspender las votaciones en muchos lugares del territorio nacional, no solamente por las miles de exclusiones del padrón, sino también por las numerosas inclusiones de dirigentes de otras organizaciones en el mismo. Guido ganó porque desmontó la farsa, porque demostró que aún queda algo del PRD de Peña Gómez y que ese algo está dispuesto a rescatar la organización para enrumbarla por caminos que estén en verdadera sintonía con los intereses nacionales. Guido demostró que quiere reivindicar el PRD ante la historia.