Hillary-Obama-Hillary
En la vida hay que tomar decisiones: agradables, desagradables, fáciles, difíciles, placenteras y dolorosas. Cada día nos enfrentamos a un conjunto interminable de toma de decisiones que pueden cambiar nuestro futuro. En todo caso, debemos analizar cuál es el camino más correcto a seguir, pensando siempre en lo que más conviene a nuestro entorno y a la colectividad en la que hacemos vida social y política. Todos los días tenemos el dilema de cómo equilibrar el trabajo y la familia; cómo cuidar a los hijos o a nuestro abuelo enfermo; cómo pagar los gastos de la universidad y los servicios del hogar; cómo mantener nuestro trabajo y qué hacer si lo perdemos; cómo enfrentar el reto de mantener el matrimonio o decidir por el divorcio, en fin, la vida consiste en tomar decisiones. Hillary Rodhan Clinton, en su libro “Decisiones difíciles”, nos plantea que “nuestras decisiones y la forma en que las resolvemos dan forma a la persona que llegamos a ser. Para líderes y naciones, esas definiciones pueden significar la diferencia entre la guerra y la paz, la pobreza y la prosperidad”. Siempre habrán amigos y familiares que opinarán contrario a tus pensamientos, escúchalos, reflexiona y decide conforme a tus propios criterios. Recuerda que tu futuro depende siempre de ti, de tus propias decisiones. Cuando un candidato pierde unas primarias, resulta a veces difícil la reconciliación. Es un momento espinoso para tomar decisiones, porque las campañas se fundamentan en debatir lo positivo y negativo de los candidatos. En el caso de Hillary y Obama, el debate estaba centrado entre raza y género. Fue una campaña con “retórica acalorada y sentimientos heridos de ambas partes”. De alguna manera Obama sintió los ataques por su origen y color, y Hillary que luchaba por la victoria, utilizaba este recurso con frecuencia. La campaña terminó y Barack Obama resultó ganador. Los triunfos son excitantes y las derrotas perturbadoras, pero siempre hay que asumir los fracasos como una oportunidad para seguir avanzando. La clave está en convertir la adversidad en oportunidad. Hillary comenta en su libro: “Aprendí con la derrota a no tomar las críticas de manera personal. Aprendí a soltarme el cabello, en el sentido literal”. Para la señora Clinton, esa primera derrota fue difícil. Recordemos que hasta el 2008 había disfrutado de éxitos electorales, primero como parte de las campañas de su esposo Bill Clinton en Arkansas y luego para los dos períodos para la presidencia y posteriormente en sus propios triunfos como senadora en el Estado de Nueva York en los años 2000 y 2006. Era doloroso aceptar la derrota, estaba agotada y desilusionada. Cuenta que “postularse para presidente es intelectualmente exigente, emocionalmente agotador y físicamente agobiante”. No fue fácil para Hillary su primer encuentro con Obama luego de haber perdido las primarias en la que participó en el año 2008. En su libro, publicado en junio de 2014, describe que tuvo que recostarse “en el asiento trasero de una camioneta azul con vidrios polarizadosÖ” para evitar ser vista por los periodistas que se encontraban al frente de su casa en Washington, DC. Había llegado el momento del reencuentro, aclarar las cosas, darse el abrazo, ponerse de acuerdo y ganar la Casa Blanca. Se sentaron y Barack le pidió su ayuda para unificar al Partido y ganar la presidencia. Para lograrlo era importante que aparecieran juntos y que ella y su esposo Bill Clinton le brindaran su apoyo. Hillary dejó atrás las diferencias surgidas al calor de las primarias y asumió la causa de su partido. “Si yo hice todo el esfuerzo para ganarle las primarias, haré todo lo posible para elegirlo presidente”. Para la señora Clinton, escribir y pronunciar el discurso de apoyo a Obama en el National Building Museum en Washington, no fue fácil. En esa ocasión su intervención no contaba con la presencia de Obama. “Les prometí que siempre me verán en las primeras líneas de la democracia, luchando por el futuro. La forma de continuar nuestra lucha ahora, de alcanzar los objetivos deseados, es tomar nuestra energía, nuestra fuerza, nuestra pasión y hacer todo lo posible para ayudar a elegir a Barack Obama como próximo presidente de los Estados Unidos”. A finales de junio en Unity, New Hampshire, donde ambos en las primarias obtuvieron 107 votos, se presentaron juntos por primera vez ante una multitud que los aclamaba. En el gran salón, una bandera azul que decía “unidos por el cambio”. Las palabras de Hillary junto a Obama fueron las siguientes: “Sin importar si votaron por mí o por Barack, ha llegado la hora de unirnos como un solo partido con un único propósitoÖ ninguno puede mantenerse al margen. Esta es una lucha por el futuro. Una lucha que debemos ganar juntos. Con fe en nuestro partido y nuestro país, declaremos juntos a una sola voz, que Barack Obama es nuestro candidato y será nuestro presidente.” El 20 de enero de 2009, los Clinton presenciaron el juramento de Obama como el cuadragésimo cuarto presidente de los Estado Unidos de América. Su rivalidad había concluido y hoy son grandes amigos. Hillary Diane Rodham Clinton fue designada como la 67va Secretaria de Estado de los Estados Unidos. Durante cuatro años visitó 112 países, recorriendo casi un millón de millas, y su trabajo contribuyó con la solución de poner fin a dos guerras, una crisis financiera global y reorientó la política exterior americana en torno a lo que ella denominó “el poder inteligente”, que consistió en tener más socios y menos adversarios, más responsabilidad compartida y menos conflictos, más empleos y menos pobreza, mas prosperidad generalizada y menos daño al medio ambiente. La decisión de Hilary Clinton fue prudente, inteligente y oportuna. Apoyar a Obama le ganó el respeto de sus seguidores y de su partido. Aceptar el cargo de Secretaria de Estado le hizo ganar experiencias con líderes mundiales y tomar decisiones en beneficio de la paz y el progreso. Hoy las encuestas la colocan como la preferida para la nominación presidencial por el Partido Demócrata (58%) y Barack Obama no tendrá otra alternativa que apoyarla. Este es un ejemplo de cómo los liderazgos deben ponerse de acuerdo, en torno a un proyecto político. Eso fue lo que hizo Leonel Fernández con Danilo Medina, y es lo que Danilo Medina debe hacer con Leonel Fernández. Es además un ejemplo de cómo deben actuar los líderes políticos de otros partidos en República Dominicana. Imitemos los buenos ejemplos. Aprendamos de las buenas decisiones. Es lo mejor para todos.