La riqueza escondida y el Caricom
Desde mediados de la década de los ochenta, el Caricom había dado señales de desviación de la razón de su creación y ser víctima del control de una elite económica e intelectual con intereses internacionales bien definidos y donde los diferentes gobiernos han actuado a espalda de la integración regional. Esto explica en una alta proporción el hecho de que la integración de varias naciones ha sido un proceso muy lento, débil y generador de conflictos. La evidencia empírica demuestra que la lentitud en materia de integración e impulso de un mercado común y de no ejercer gran influencia en el desarrollo de la región, se debe principalmente a las prevalecientes debilidades institucionales que en el plano nacional se produce en los miembros que la componen, así como las confusiones respecto al papel de la integración caribeña y que si ésta proporciona solamente oportunidades adicionales de desarrollo y mayor poder de negociación. Tal situación está dado en la existencia de lo disímiles que son los sistemas de gobierno y el estatus político de la subregión, aunque la mayoría es independiente desde el punto de vista político, pero existen conflictos territoriales. Por tales razones al criticar las acciones del Caricom y la falta de visión de los gobiernos, el economista caribeño George Beckford, en 1986, sostuvo que: “Nosotros, en el Caribe, ya estamos integrados, sólo que los gobiernos no lo saben”. Esta reflexión permite inferir que en las últimas tres décadas las iniciativas de integración económica del Caricom han resultado decepcionantes si tomamos en consideración que este actúa en dirección contrapuesta entre los objetivos de su creación y los logros exhibidos. Pero esto es más grave al ponderar los cambios significativos registrados en la economía mundial impulsados por la globalizacion y los cambios tecnológicos que han impactado en el mercado y que son amigables con las aspiraciones de los estados y las empresas. Ante el fracaso de las políticas del Caricom de impulsar un desarrollo industrial y libre comercio, acompañado de la miopía de los jefes de gobierno de las islas del Caribe acerca de cómo enfrentar los desafíos del encogimiento geoeconómico del entorno internacional, han recurrido a buscar una respuesta cómoda a los problemas económicos, al permitir el desarrollo de su mercado financiero amparado en los criterios del “Laissez-faire, Laissez-passer”. Bajo esta modalidad el mercado financiero del Caribe ha desarrollado la banca offshore sustentada en la confidencialidad, inadecuada regulación y el secreto bancario, lo que ha permitido que estos espacios geográficos se hayan convertido en paraísos fiscales y receptores de la riqueza escondida. Esto se evidencia con la banca offshore y sus operaciones concentradas en banca, fideicomisos, seguros, Hedge Funds, Titularización, y Prestadores de servicios trust. Estos servicios financieros en Gran Caimán representan 9,378 en Fondos de Cobertura por US$ 2.5 Trillones y 587 entidades bancarias con U$500 mil millones; Bahamas tiene 301 bancos y fideicomisos con activos de US$ 300 billones; Barbados representa el 3er mercado más grande para la inversión canadiense en dólares por $25 billones con 56 bancos; en Guyana existen 39 uniones de crédito cuyos activos representan 11% del PIB y 6% de los activos de los bancos. La penetración de las uniones de crédito en el sector financiero es la más alta en Dominica con un 49% del PIB, seguido por Montserrat con un 40% del PIB. Existen más de 150 compañías de seguros, que aproximadamente son un 7% del PIB, con una influencia en el sector financiero que es la más alta en Montserrat y St. Lucia con un 9% del PIB. Con más dinero que territorio en el Caribe, estas operaciones financieras han generado sospechas entre los organismos internacionales que la califican como una expresión del blanqueo de capitales. Esta descripción permite entender el abandono a los sectores productivos para priorizar estos servicios, por lo que el Caricom está incapacitado para promover la integración comercial en la zona. Para ocultar esta realidad, el Caricom ha recurrido en negar la membresía a República Dominicana, tomando como excusa la sentencia 168-13, aunque su acta constitutiva nada tiene que ver con asuntos migratorios sino de integración comercial y cooperación internacional. Sin embargo, el desprecio por República Dominicana se ha manifestado en el hecho de que en julio de 1975, el país había mostrado interés de ingresar a esta agrupación subregional, y es en diciembre de 1989 que se acepta la solicitud formal. Por igual, en agosto de 1998 se firma el acuerdo que establece un área de libre comercio de bienes y servicios, inversiones y cooperación, pero la irracionalidad y la torpeza se combinaron para suspender el ingreso en el 2013. El autor es economista