La rigidez presupuestaria
El 5 de octubre del presente año en el programa radial sabatino del economista Jaime Aristy Escuder, abordé el tema de la rigidez presupuestaria dominicana como un problema que debe ser de agenda nacional y su tratamiento hacerlo en forma desapasionada, por sus implicaciones institucionales y sectoriales, a fin de evaluar si las asignaciones presupuestarias fijas a determinados organismos públicos están llenando los objetivos propuestos, y si estas lo cumplen con eficiencia. Aunque el planteamiento de la rigidez presupuestaria no es del todo nuevo, sí lo es en Dominicana, en cuanto a que debe hacerse una evaluación para determinar si los recursos limitados con lo que cuenta la economía, y prefijados en el presupuesto, cumplen con lo prometido versus las necesidades estructurales y coyunturales insatisfechas, propias de los ciclos económicos y de situaciones eventuales. Esa evaluación era punto de agenda en la gestión de la Contraloría General de la República que se inició el 19 de agosto de 2012. Desde el libro de Génesis hasta el de Lucas, en la biblia se habla de escasez o hambruna y aunque no existen registros estadísticos sistematizados de esas épocas para poder hablar con propiedad de ciclos económicos, lo cierto es que de alguna manera, en forma implícita, el libro sagrado hacía referencia a lo que los economistas a partir de los años 1860 le llamaron con propiedad, por basarse en registros de datos, los ciclos económicos. Las políticas económicas públicas racionales, procíclicas o anticíclicas, siempre han estado asociadas a los ciclos económicos, y no es para menos, pues las mismas procuran el uso eficiente de los recursos, sugiriendo con ello la elasticidad y no rigidez en su aplicación, conforme ocurran eventos endógenos o exógenos sobre la actividad económica del país. Cada año cuando el país se aboca a la presentación, discusión, aprobación y promulgación del presupuesto de la nación. Economistas, políticos, empresarios, grupos de presión, y otros, se pronuncian en torno al mismo, y temas como la presión tributaria, el techo de la deuda, las apropiaciones presupuestarias, los subsidios, la calidad del gasto en forma genérica, son el común denominador de las discusiones. Pero cuando se ha hecho un ejercicio desprovisto de pasión acerca de la alta rigidez presupuestaria que impera en la República Dominicana, en cuanto a las asignaciones preestablecidas por dispositivos legales y que ascienden a más de 26 leyes y comprometen no menos del 70.0% de los ingresos fiscales ordinarios de la nación y cerca del 10.0% del PIB; sin considerar rigideces por otros conceptos, lo cual elevaría significativamente aún más los indicadores mostrados, hasta probablemente alcanzar entre un 16.0% a un 20.0% del PIB. En adición, si se incluyen las transferencias al sector eléctrico, por concepto de subsidio, y las del Banco Central, por concepto de la Ley de capitalización, la rigidez presupuestaria dominicana se elevaría aún más, posiblemente en alrededor de 2.0% del PIB, para colocarse en total cercano al 20.0%, también del PIB. Un peso tan elevado de la rigidez presupuestaria, es un factor limitativo en una gestión presupuestaria más eficiente y elástica, al restarle la capacidad de reasignación de partidas, conforme las deficiencias estructurales, los ciclos económicos del país, de eventos coyunturales, y también, en función de los resultados concretos que puedan presentar cada una de las instituciones que se benefician de la asignación preestablecida. Pasada la discusión, aprobación y promulgación del presupuesto del 2014, el próximo año sería ideal para hacer el ejercicio propuesto, sin la premura de hacerlo simultáneamente con la aprobación de otro presupuesto, particularmente en lo referente a las rigideces establecidas por leyes. Evaluar las ejecutorias institucionales por metas y objetivos podría liberar recursos para un uso más prioritario, eficiente y elástico. Las condiciones están dadas para convertir una posible debilidad en una fortaleza del presupuesto de la nación como herramienta de desarrollo e instrumento de gestión elástica para el gobierno. El autor es economista