Tiempo para el alma

“Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena... ” Mt. 13: 3-8. El evangelio de Marcos nos explica que los que reciben la simiente entre zarzas son “los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril” . La Parábola del Sembrador nos hace colocarnos el sombrero. En la Iglesia ves gente entusiasmada con la exhibición de modas, encontrarse con amigos que ni se imaginaban que “¡tú también estás viniendo! ¡Wow!”; terminar una conversación con un “¡bendiciones!” está de última; incluso, decir “yo voy a la Iglesia deÖ ”, también. Pero abrazar la Palabra de Dios es más que entusiasmo, es compromiso, convicción, asumirla en nuestra vida; es sacrificio. De otro modo, sería como sembrar en tierra estéril, muere, se vuelve nada. Pensémoslo.

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