El retraso en las aulas

Dos días antes de ser destituida como ministra de Educación, la señora Josefina Pimentel admitió un enorme retraso en el Programa Nacional de Edificaciones Escolares, e implícitamente aceptó que no podrá ser alcanzada la meta establecida por el Presidente de la República de construir 10 mil nuevas aulas para el inicio del año escolar. Aducía como razón una serie de trabas burocráticas que impiden el flujo de los trámites sobre la asignación y entrega de fondos para los contratistas de las obras. Y la verdad es que la anterior ministra tenía razónÖ. ¡Pero poca! Porque es cierto que se han creado leyes, decretos y reglamentos que burocratizan excesivamente los trámites de compras y asignación de obras y los pagos por cubicaciones y servicios prestados al Estado. Pero también es verdad que esas disposiciones se encontraban vigentes cuando se planificó y se puso en vigencia el Programa Nacional de Edificaciones Escolares. Por tanto, correspondía al Ministerio de Educación o a la gerencia de ese proyecto hacer las previsiones de lugar para garantizar que esas trabas no se convirtieran en un lastre para el buen desenvolvimiento del programa. Y eso no se hizo. Carecieron de planificación y fallaron en la logística para hacer frente a un programa de tal envergadura y no se tomaron las medidas ni propusieron soluciones anticipadas ante un problema previsible. La burocracia interna de Educación que maneja directamente los presupuestos de la infraestructura escolar se mantuvo intacta. Y no hay por que dudar que los intereses en torno a esas estructuras fueran en parte responsables de impedir o sabotear cualquier intento por desbloquear un problema que ofreció sus primeros síntomas desde las primeras semanas de iniciado el programa. Pero el plan de edificaciones escolares no sólo está demorado por estas trabas burocráticas, pues también se han presentado problemas con la asignación de los terrenos para la construcción de las escuelas. Más de 100 planteles sorteados, asignados y cuyos adjudicatarios hasta han recibido el avance, no han podido iniciarse porque los terrenos asignados para su construcción no han sido adquiridos ni transferidos al ministerio. Ha faltado capacidad y voluntad. Ya que siete meses, disponiendo de los recursos económicos, es tiempo más que suficiente para negociar y adquirir los terrenos que se dispusieron para la construcción de esas escuelas. Lo que luce evidente es que la capacidad del Ministerio de Educación ha sido desbordada por este ambicioso programa. Y el reto del nuevo titular, Carlos Amarante Baret, es colocarse a la altura de las circunstancias. Pero hay que reconocer que el problema no está solo en el ministerio de Educación. Tanto el ministerio de Obras Públicas y como la Oficina Supervisora de Obras del Estado --responsables de supervisar estas obras-- tienen su cuota de responsabilidad con el retraso en el pago de las cubicaciones. Esas instituciones tampoco previeron debidamente la dimensión del programa, y por tanto no hicieron las apropiaciones de recursos que les permitieran estar al día con sus obligaciones. El retraso en el Programa Nacional de Edificaciones Escolares era un secreto a voces, pero se destapó a raíz de las revelaciones del Colegio de Ingenieros Arquitectos y Agrimensores (CODIA), cuando salió a defender a sus miembros por la forma como el Presidente Medina increpó al contratista de una escuela en Arenoso debido a los retrasos que verificó en una visita a esa localidad. Lo de Danilo fue muy bueno, pues se mostró como un Presidente atento a los asuntos importantes de su gestión y dispuesto a resolver y enfrentar los problemas. También ha resultado en un arma comunicacional y propagandística muy contundente, a la que el Gobierno le ha sacado un gran partido. Pero igual sacó a relucir el serio retraso que hay en la construcción de las aulas. Un problema que de no resolverse a tiempo tendrá graves consecuencias para la gestión de Medina. Porque no solo incumplirá con la meta de implementar la tanda única en las escuelas, sino que también resultara materialmente imposible cumplir con la asignación del 4 por ciento del PIB para la Educación. Algo que desde la perspectiva de la imagen presidencial, seria muy perjudicial y afectaría seriamente los altos índices de popularidad que hasta ahora mantiene Danilo. Y ese problema no se resuelve con llamadas a ingenieros ni con propaganda gubernamental. Para eso hay que meter bien el bisturí en las causas reales del problemaÖy resolverlo. Y no permitir que los responsables se señalen irresponsablemente las culpas unos a otros. El reto del nuevo ministro es acelerar ese programa, y tratar con el Presidente las medidas que permitan establecer procedimientos más expeditos para la tramitación y pago de las cubicaciones, aunque sea de manera transitoria, así como la adquisición y transferencia inmediata de todos los terrenos dispuestos para las nuevas escuelas. A partir de ahora, con el cambio en Educación, el Presidente no puede permitir que por incapacidad o por intereses coyunturales, algunos de sus funcionarios se conviertan en obstáculos para la construcción de aulas necesarias para implementar la “tanda única”. Y Danilo no puede olvidar que esa “tanda única” constituye una de sus más atractivas promesas electorales. Y muchos que le creímos, quedaríamos muy decepcionados si esta iniciativa termina fracasando... ¡Como, al menos hasta ahora, todo parece indicar!

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