La oportunidad de Danilo
Stephen Covey alcanzó la celebridad en nuestra generación por su libro “Los siete hábitos de la gente altamente eficiente”, que define la inteligencia social y la disciplina del liderazgo de éxito. Luego Covey publicó el “Liderazgo centrado en principios y las meditaciones diarias”. Los tres libros hacen un enfoque funcional aplicado a los políticos, los líderes empresariales y a los emprendedores que buscan alcanzar la grandeza. Sin embargo, la obra de la madurez de este gurú de la gerentocracia es el “8vo. Hábito: de la efectividad a la grandeza”. Hay en este libro una reflexión transversal sobre el espíritu de lo trascedente que debe ocupar la mente y el alma de un político. Sobre este tópico escribe: “La visión es ver un estado futuro en el ojo de la mente. La visión es imaginación aplicada. Todas las cosas se crean dos veces: primero, una creación mental; segundo, una creación física. La primera creación, la visión, es el principio del proceso de reivindicarse uno mismo (Ö) representa deseos, sueños, esperanzas, metas y planes. Pero, estos sueños o visiones no son meras fantasías. Son realidad aún no llevada a la esfera de la físico, como el plano de una casa antes de que se construya o las notas musicales de una partitura que esperan por ser tocadas”. La cita viene a cuestión al momento de ponderar los enormes desafíos que tiene por delante el presidente Danilo Medina para concretar su visión de nación. Para el país es reconfortante saber que el Presidente tiene un sueño, un “estado futuro en el ojo de su mente”, y que está henchido de la resolución necesaria para empezar a corregir las terribles inequidades sociales que caracterizan la sociedad dominicana. Pero, quienes creemos en esa visión necesitamos ver concretar el pentagrama en que se han escrito las notas de la partitura que él ha prometido dirigir personalmente. Lo que llevará a Danilo a la trascendencia histórica no son las pequeñas medidas efectistas, ni las consabidas dádivas clientelares que envilecen el espíritu de los ciudadanos, ni, mucho menos, saciar la voracidad de poder político de los peledeístas. Uno podrá diferir o no de la forma de Lula Da Silva, de Hugo Chávez, de Rafael Correa, de Evo Morales o de Juan Manuel Santos. Pero tenemos que admitir que además de populistas, han sido presidentes valientes, capaces de desenmarañar los inexpunables privilegios de las sociedades estamentarias que les ha tocado gobernar. No pasarán por la historia de sus países “sin saber que pasaron”, como esa caterva de notablenes que le antecedieron en doscientos años de historia. Danilo tiene una oportunidad maravillosa si echa manos a la obra con lo que proclamó en su discurso de posicionamiento, pues no puede ser que un sistema de seguridad social fundado en el principio de solidaridad vea con indiferencia la muerte de sus afiliados el día que les toca la puerta una enfermedad catastrófica. Las administradoras de riesgos de salud tienen que compensar los pingües beneficios que obtienen de una población de abonados saludables con programas para las personas con enfermedades graves. Esa es la razón de ser de la reforma de la seguridad social, que el fuerte ayude al débil. Y eso, hay que hacerlo con fondos de las propias ARS, no del Estado. La seguridad social debe llegar a los trabajadores informales, a los salones, los venduteros ambulantes y a los trabajares del campo. Que no se coma el cuento de los Entes reguladores que acaban siendo vasallos de los propios agentes regulados. Que le pida cuentas de cómo es que 174 mil millones de pesos de los fondos de pensiones han acabado en certificados financieros parasitarios de las AFP. Que se plante como Juan Manuel Santos cuando dijo: “...o lo hacen o lo hacen”, al momento de conminar a los operadores del sistema de seguridad social a ser más incluyentes y más solidarios. Que rompa el “cordón dorado” de las telecomunicaciones, que mantiene el 85 por ciento del acceso a Internet concentrado en seis provincias del país. Que declare una jornada nacional de alfabetización digital. Que termine con la lacra frustrante de los apagones. Que no pierda ni un solo segundo en su plan educativo. Que rompa las amarras policiales, militares y judiciales con la delincuencia. En fin, en este momento, el Presidente no debe confundirse en las bambalinas mediáticas de pequeñas medidas, sino echar manos a la obra en el programa que anunció para así ganar la credibilidad que necesitará en el futuro.