PUNTO DE MIRA
Así, ¡qué fácil es!
El presidente del Partido de la Liberación Dominicana, Leonel Fernández, con su educada voz, ha proclamado que habrá PLD en el poder hasta que sus nietos puedan aspirar. No me atrevo a asegurar tanto, como que se eternicen en el poder, pero lo más próximo como torneo es el del 2016 y con los ojos de hoy hasta yo soy taumaturgo. Los dirigentes del PLD que sobrevivieron al profesor Juan Bosch, aprendieron las artes de llegar y después de un resbalón por falta de experiencia se han curtido. Con todo y su comesolismo y una particular idea de la política de aliados, los peledeístas han dado cátedra de saber hacer lo que hay que hacer para quedarse. Claro que han tenido una buena ayuda para esto. La más elocuente de estas asistencias las ha recibido de los reformistas. Otra camada de políticos que saben cómo se bate el cobre. Hasta Jacinto Peynado (que traicionado por Balaguer para inclinarse por Leonel), apoyó al líder del PLD en la campaña del 2004. Otra ayuda a los peledeístas ha sido la de Hipólito Mejía. Cuando era presidente de la República modificó la Constitución para introducir la reelección, quebró el país y del sombrero de mago sacó la fórmula sanadora: Leonel Fernández. Pero no se quedó ahí. En la pasada campaña, cuando era candidato del PRD, Hipólito se la pasó atacando a Leonel. Le hacía verónicas al toro que no era y el verdadero le dio la cornada de la derrota. Otra ayuda que Hipólito le brindó al PLD fue el Gabinete de la Primera Dama. Le buscó una silla en Palacio a su esposa, y cuando llegó Margarita se subió muy alta en ella. Cuando se bajó fue para dejar sin posición a Luis Abinader. Mientras en el escenario actual se presenta un PLD rutilante, lleno de estrellas amarillo morado, con brillo deslumbrante que pueden iluminar la cartelera presidencial, y aunque Temo habla de evitar el reeleccionismo, los peledeístas barren para adentro; las malquerencias se ocultan tras las corbatas del poder. En el otro está el PRD, cogido por el pichirrí, con una riña interminable que nadie sabe en qué terminará. Así, hasta yo sé quién ganará en el 16. Así, ¡qué fácil es!