El fin del PLD
El presidente del Partido, compañero Leonel Fernández, ha sostenido que ´el PLD no es un fin, sino un medio para alcanzar otras metasª. Esta es una afirmación que ofrece muy poco espacio a la duda, puesto que efectivamente Juan Bosch concibió al PLD como un puente que permita al pueblo dominicano alcanzar nuevos estadios de justicia social; en consecuencia, y por decirlo en pocas palabras, efectivamente, el PLD no es un fin, sino un medio para servir al pueblo. Ahora bien, teniendo claro que el PLD es ciertamente un medio, resulta fundamental plantearse la cuestión de saber ¿cuál es el fin del PLD? Es decir, cuál es la razón de existir del Partido, o bien, la causa que deberá mantenerlo vivo y en constante dinamismo. ¿Ganar las elecciones? No. De seguro habrá partidos políticos cuyo fin sea ganar elecciones, pero este no es el caso del PLD. Una de las dificultades en construir un concepto general de los partidos políticos es precisamente la ausencia de datos comunes definitorios que sinteticen de manera satisfactoria, en el plano cognoscitivo, la variada realidad de los partidos políticos (VERDU). En el PLD, como en casi todos los partidos políticos, ganar elecciones es tan solo una de sus funciones o tareas fundamentales. Obtener puestos electivos es una función tan importante como, por ejemplo, generar una escuela de pensamiento en torno a los hombres y mujeres miembros de la organización política. No sirve de nada un puesto público si no existe entre el puesto y el detentador un vínculo ideológico capaz de orientar el despliegue de la actividad política del funcionario. En fin, un partido político tiene múltiples funciones fundamentales, ganar elecciones es una de ellas, pero no es una función que pueda subsistir de manera autónoma; necesita el auxilio de otras funciones, como organizar los electores, presentar candidatos, construir programas, generar opinión pública, en fin, garantizar la existencia del vínculo ideológico entre quien detenta el poder y el poder mismo. ¿Es el poder el fin del PLD? El poder no puede ser un fin; para el PLD el poder es un instrumento, más que un medio, más que una función. Alguien dirá que medio e instrumento son la misma cosa, pero no es así, al menos, no desde el marco conceptual del PLD. Aunque la diferencia es ciertamente casi imperceptible desde el punto de vista conceptual, la podremos advertir con facilidad si construimos la siguiente imagen: una mano y un cetro. El Partido es un medio: la mano. El poder es un instrumento: el cetro. El instrumento es lo que entra en último contacto con aquello que quiere ser transformado, el medio es lo que nos lleva hasta ese punto de contacto. El medio difícilmente podrá provocar el cambio por sí mismo, el instrumento sí. El hecho trascendente de ganar elecciones no define, sin embargo, el fin del PLD. Ganar o perder elecciones sólo coloca a un partido político en esferas de acción distintas, no garantiza ni la consecución del fin, ni su frustración. Las funciones de los partidos continúan aún después de terminada la competencia electoral. Quienes defienden la tesis del poder como fin de los partidos políticos, entienden que los miembros del partido no tienen convicciones e intereses comunes; que sólo se proponen fines individualistas, por ejemplo, conseguir un cargo público (VERDU). Este no puede ser el fin o la razón de ser del PLD, la obtención de un cargo público es una consecuencia lógica, como hemos dicho, de la actividad política. Algunos autores defienden la tesis de que los ordenamientos jurídicos no reconocen la conquista del poder como un fin de los partidos políticos, sino que las leyes simplemente le atribuyen facultades para conseguir los fines del propio ordenamiento jurídico; el derecho sólo reconoce a los partidos influir la orientación estatal en el ejercicio del poder (VIRGA; COLEMAN & ROSEBERG). A partir de esta lógica, la finalidad de un partido político resulta ser la construcción de una suerte de simbiosis, por decirlo de algún modo, con el fin mismo del Estado. De hecho, otros que defienden una concepción normativa, constitucional, del concepto de Partido, lo han calificado como organismo auxiliar del gobierno. Tales ideas no están lejos de la realidad. Los partidos políticos pasaron de ser un obstáculo para el Estado (WASHINGTON, TOCQUEVILLE), a ser una pieza fundamental para garantizar su existencia; un eslabón de conexión entre la sociedad y el gobierno (LEISERSON; LA PALOMBARA & WEINER). Bosch crea al PLD como una organización llamada a construir un ciclo armonioso, casi perfecto, eterno, entre el pueblo, el partido, y el poder. Pueblo-Partido-Poder-Pueblo, es el ciclo político del PLD. Si se quiebra, entonces desaparece su esencia. Los hombres de la comunidad, es decir, el pueblo, se suman al Partido para poner en acción sus funciones, y así sirven a la organización. Motorizadas las estructuras del Partido, la consecuencia lógica de ese accionar es el poder, el cual debe ponerse al servicio del pueblo. El lema del Partido nos revela la clave: ´Servir al partido para servir al puebloª. En el lema del PLD hay tres elementos claramente identificables: el servicio, el partido y el pueblo. Pero implícitamente hay otros dos elementos: el poder y la liberación. El primero de los dos es el instrumento, el segundo fue planteado como el fin, la liberación nacional, que al menos puede seguir siendo entendida como una batalla contra las grandes desigualdades sociales. El vínculo entre medio y fin es construido, en la lógica exacta de Bosch, mediante el servicio. Esta es la clave para la continuidad del PLD como organización política. No desaparecerá si sigue la ruta de servicio a favor del pueblo revelada en su lema. Juan Bosch supo identificar un fin suficientemente transversal, capaz de transformarse siempre, como una suerte de energía que mantiene vivo al Partido: la redención de la humanidad.