VIVENCIAS

Estados de ánimo

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Juan Francisco Puello HerreraSanto Domingo

Si en realidad confesamos que tenemos a Dios como centro de nuestras vidas, conviene de tiempo en tiempo revisar nuestros estados de ánimo. Desde esa perspectiva, es prudente que un buen cristiano haga un esfuerzo por comprenderse, para que otros no paguen las consecuencias de sus emociones. Porque el cristiano que se deja llevar de las emociones, por regla general, degenerará en un ser inaguantable, para sí y la comunidad a la que está supuesto a servir. Buscando información sobre los estados de ánimo, encontré lo siguiente: alegría es sentimiento y euforia es emoción; tristeza es sentimiento y depresión es emoción; miedo es sentimiento y pánico es emoción; rabia (ira) es sentimiento y odio es emoción. De esta manera, distinguiendo los sentimientos de las emociones nos conocemos mejor. La alegría es espontánea, por lo que, la mayoría de las veces no depende de un motivo, simplemente sucede, se desborda, es calma y contagia a otros. La euforia atropella, es inadecuada, incomoda y es poco diplomática. Frecuentemente, tras la euforia surgen cuadros de frustración, depresión y apatía. La tristeza es inevitable en algunas situaciones de la vida, pero puede ser asociada con la paz, porque se llega a entender que todo es pasajero y transitorio, y asimismo aprendizaje. Los miedos son diversos y muchas veces sirven como autoprotección, autopreservación o alerta. Pero el miedo constante, sin motivo aparente o real, el que paraliza, revela falta de lucidez y confianza. Es muy humano expresar el sentimiento de rabia, incluso como una toma de posición, un discernimiento. Pero este sentimiento ha de ser rápido, pasajero, el tiempo de aprender cómo transformarlo en actitudes realizadoras, en oportunidades para el ejercicio de la paciencia, la tolerancia y la comprensión. Nunca debe permitirse que la rabia (ira) se transforme en resentimiento, rencor u odio, pues este es el camino más seguro de la autodestrucción llevando a una separación radical y absoluta del mensaje de Jesús. Sentimientos y emociones, suponen en quien los experimenta una forma de descargar lo que llevamos dentro. Lo importante es no hacer de esos estados de ánimo un hábito que impida una buena relación con Dios y con nuestros hermanos.

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