PUNTO DE MIRA
La corrupción es mito
La corrupción cabalga en carruajes miméticos. Recorre el mundo y se asienta en palacios, templos, cuarteles, tribunales, y todo tipo de espacios humanos. Acaricia con delicadeza y seduce a mozas y sacerdotes. Nada la detiene. La corrupción aparenta vivir hibernando en una sociedad de hipocresía constante, donde la tenencia va por delante, y la apariencia lujosa es su uniforme favorito. Los corruptos son implacables con los corruptos. Hasta que se descubre que ellos también sufren del mal del bolsillo oculto. El mundo ya ni se impresiona ni se escandaliza. Los datos de corrupción brotan por todas partes. En el Vaticano o la realeza española. En el gobierno alemán o los edificios de Wall Street. Por todos lados relucen caras y famosos desde Alaska a la Patagonia, o le hacen swing beisbolero a luminarias con marcas como Vuitton o Dolce y Gabbana. La cibernética no evita que Apple oculte sus trapisondas y le anote un gol a Messi o que Lance Armstromg vea resbalar sus glorias como el sudor en las carreras. Algunos corruptos son encarcelados, sobre todo cuando no tienen poder político o son descubiertos cuando les minan el poder político, como a Fujimori. Lo divertido de este circo es que los más aguerridos persecutores pueden estar cojeando. Es como si hubiera una doble moral, o algo de envidia atizara la cacería. Esta acción global que se llama guerra a la corrupción es un buen tema para periódicos. Alguien cae en desgracia, a veces transitoriamente, cuando se descubre que estaba en malas artes. Un círculo de íntimos, beneficiarios de la esplendidez, alegará ignorancia de los hechos, y cuando transcurra el temporal volverán a los mismos pasos. Y el periódico girará hacia otro escándalo para complacer al morbo del momento. La corrupción es más antigua que el consumo de las drogas. También más adictiva. Es una forma de vivir con múltiples estilos; no es solo desfalcar al erario o formar bandas para eludir al fisco o lavar dinero. La más relumbrante pieza de este joyero brilla en España. Se sigue hinchando el lío de Bárcenas. El tesorero del Partido Popular se ha tirado un follón que apesta hasta las narices de un pasado presidente y del actual. La corrupción hiede. Solo a veces.