MI TURNO

Brasil, peligroso espejo

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Andrés Lugo RiskSanto Domingo

Para algunos esta ha sido la primavera brasileña, para otros, una manifestación de indignados; y hay quienes hasta se han atrevido a denominarla como la Revolución de Junio, en fin, mucho se ha hablado de estas movilizaciones. Pero lo cierto es que desde las protestas contra el expresidente Collor de Mello hace ya veinte años, los brasileños no salían a las calles a mostrar su insatisfacción e inconformidad en la magnitud de las semanas pasadas, contra un gobierno, una clase gobernante o todo un sistema político que luce agotado e incapaz de traducir en mejores condiciones de vida con una efectiva redistribución el tan cacareado crecimiento económico del gigante sudamericano. Y lo que más llama la atención de este gran movimiento social de protestas que ha movilizado a más de un millón de ciudadanos, apoyado por el 75% según las encuestas, que empezó en Sao Paulo por el alza de diez centavos de dólar del pasaje del transporte público y se extendió por todo el país, es que ha ocurrido en una nación donde se ha desarrollado en los últimos años una profunda e innovadora política social que ha sacado a más de 35 millones de personas de la pobreza, donde su presidenta tenía una de las más altas valoraciones de popularidad del continente y donde se exhibía con orgullo la condición de potencia mundial emergente. Pero entonces, ¿qué ha pasado? Sin duda que la conjugación de problemas sociales, políticos y económicos que aun están presentes gravemente en un tercio de una población de casi doscientos millones de personas, con una permanente y agobiante incidencia en el día a día del ciudadano común, en la subconciencia profunda del brasileño, han desbordado sus límites de tolerancia, su capacidad de “aguante”. La corrupción de los funcionarios públicos y de la policía, la deficiencia en la calidad de los servicios de educación, de salud y de transporte; el desempleo, la inseguridad ciudadana y la inflación por el aumento de precios, se ven contrastados con las multimillonarias inversiones (15,000 millones de dólares) en los juegos olímpicos y en la copa del mundo de fútbol del año próximo, así como en muchos otros inventos que no obedecen a un orden de prioridades en las necesidades de la gente, y que peor aún, son sacados de sus bolsillos. Esto debe llamar a nuestros líderes a una reflexión urgente, no vaya a ser cosa que los dominicanos, ejemplos admirables de paciencia, cualquier mañana de estas al abrir los ojos y lavarnos las caras en nuestros baños, nos reflejemos asombrados en un peligroso, pero muy posible espejo.

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