SONDEO
Un descuido
Todo apunta a que el tema de la delincuencia es más profundo y va mucho más allá de la decisión del gobierno de enviar la guardia a la calle, que por cierto, deberá ser por un tiempo, no indefinidamente. Como elemento disuasivo, y dada la situación de gravedad por el número alarmante de casos a nivel nacional, es entendible y se hacía necesario que militares de las distintas ramas fueran enviados a reforzar las tareas preventivas y de vigilancia bajo responsabilidad primaria de la Policía. El dilema de las autoridades sería ¿por qué tiempo o hasta cuándo? Dado que la situación ha desbordado, y al incluir en el listado de víctimas a militares y policías, por momentos parecería írsele de las manos. Al punto de llegar a preguntarse algunos si no podría tratarse de un plan bien organizado o de alguna señal de provocación extrema que le delincuencia quisiera enviarle al propio presidente de la República, al ser afectado uno que otro miembro de su seguridad personal y verse el caso último -muy lamentable- de la joven oficial encargada de cuidar a un familiar a la que le quitaron el arma de reglamento y la vida. Con el nuevo jefe policial, Castro Castillo, habría que coincidir en que, más que acciones organizadas y planificadas por la delincuencia contra determinado blanco social, el hecho contra la joven oficial del Ejército (meritoria y modelo de superación personal y profesional), como otros casos que envuelven a figuras públicas y que han trascendido, corresponden a ocurrencias circunstanciales producto de rateros y criminales que salen a las calles a buscar víctimas, sin reparar en condición, categoría o apellido. Como en un billete de lotería, a cualquier ciudadano, de a pié o “montado”, puede tocarle en la calle (y hasta en su propia casa) el número del fracaso. En pocas palabras, cualquiera puede ser víctima. Un detalle: en el caso de la teniente Suleica, por la responsabilidad especial asignada, y por la vulnerabilidad del lugar donde vivía y salía de madrugada, lo menos que se debió disponer era de un vehículo que la fuera a recoger y a llevar. Los jefes -y hasta por la propia seguridad del Presidente- deberían indagar (y resolver) la situación de miseria, precariedades y peligros en que vive parte de su personal. Hay un descuido imperdonable con esto. ¡Volvemos!