Una estrella más para el firmamento

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Franz B. Comarazamy F.Santo Domingo

En esta ocasión las líneas de este espacio, al igual que mi corazón, están teñidas de profunda pena y tristeza por la pérdida de quien fuera un excelente profesional, amigo y maestro guía en mis años de formación como odontólogo. Hablar de José Emilio Nadal es describir a un ser humano repleto de cualidades positivas, educación, principios éticos, inconfundible sentido del humor, y de esa chispa que contagia e insta a la práctica de las buenas costumbres y de luchar contra la adversidad. Al menos así lo retengo en mi memoria y estoy seguro que esa fue su forma hasta que con su último aliento partiera de la vida terrenal. Como todo proceso, en un mundo cambiante y globalizado, el proceso enseñanza-aprendizaje ha llegado a parámetros nunca antes sospechados y a un nivel de trascendencia donde el profesor es considerado como un guía, mediador o facilitador dentro del proceso. Como ese amigo, que aun acatando el rigor académico que encierra el proceso, no desmaya y se preocupa por el bienestar y el cumplimiento de los derechos en favor de los estudiantes en el transcurso de cumplir los objetivos. Dicho esto, me atrevo a decir que este artista de la cirugía bucal fue un visionario de la magnitud y de los límites que debía alcanzar el maestro en el ejercicio de la docencia y la gestión formadora dentro del recinto universitario. Su intachable proceder lo defino como consecuente, con un alto comprometimiento con el saber científico, con la educación en valores y con un significativo apego a la simplicidad de la vida y de las circunstancias, y a lo moralmente bueno. Ojalá que muchos docentes, personal técnico y administrativo, estudiantes y tantas personas distintas de todos los escenarios en los que se desenvolvió, que al igual que yo tuvimos la dicha de conocerlo y compartir con él, acojan ese sentimiento de responsabilidad, de buenas acciones, de tanta entrega sin medir procedencia ni escalafones, y hagan de su vida una réplica justa, con devoción y con tal desprendimiento que trascienda aun cuando ya no estén en este mundo. Contradictoriamente, a pesar del dolor y el lamento que me embarga, lo recuerdo con una gran sonrisa y privilegiado de haber podido ser su alumno. ¡Hasta siempre, doctor Nadal!

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