Lincoln, Obama y la ley de migración

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José Tomás PérezSanto Domingo

El pueblo norteamericano ha seleccionado del rico parnaso de su historia, a hombres y mujeres de indudable trascendencia y valor, para elevarlos a los altares patrios y convertirlos en seres de adoración y respeto. George Washington, Thomas Jefferson, John Adams, Benjamin Franklin, Franklin D. Roosevelt, son solo algunos nombres de esta lista interminable. La historia universal, por su parte, destaca a un selecto grupo de personajes que no solo se conviertieron en gigantes porque fueron presidentes, guerreros, cientificos o grandes personalidades de un pais o nación, sino porque con su vida y acciones rompieron todas las barreras que el ser humano ha ido colocando para separar a los hombres entre sí y lograron, para beneplácito de la raza humana, derrotar el odio, la guerra, la venganza y la humillación. Uno de ellos fue Abraham Lincoln, quien en mi humilde consideración, es el personaje más influyente y universal de la historia de los Estados Unidos. Lincoln no es un gigante de la historia por el mérito de haber derrotado a los confederados secesionistas, ni por haber salvado a los Estados Unidos de la división, lo cual se puede entender como una victoria en favor de los intereses particulares del pueblo norteamericano, sino por haber sido el protagonista de una acción que luego le costaría su propia vida, pero que redefinió por completo el perfil de esa sociedad y la de una buena parte del mundo: la abolición de la esclavitud y la liberación de los negros en los Estados Confederados del Sur. Su voluntad inquebrantable convirtió a millones de esclavos en seres libres. A través de la Enmienda XIII a la Constitucion norteamericana promovió y definió los derechos civiles y ciudadanos de estos hombres y mujeres, quienes a partir de entonces pasaron a ser parte de lo que se conoce como la raza humana. Homo Sapiens considerados y tratados como animales domésticos y que podían ser vendidos y canjeados como cualquier mercancía al mejor postor, pasaron a ser trabajadores asalariados en fábricas artesanales, campesinos libres, pequeños comerciantes y muchos de ellos hasta optaron por estudiar, ir a las universidades y hacerse de diplomas y grados profesionales. Naturalmente, este proceso de adquisición y ejercicio de derechos no se dio de la noche a la mañana. El tiempo que ha transcurrido desde la Proclamación de la Emancipación en 1863 y la abolición total de este oprobioso régimen, a la elección de un hombre de raza negra como presidente de los Estados Unidos ha sido largo y tortuoso. El sentido de este recorrido histórico y su semejanza y paralelismo con la realidad actual que viven millones de personas en el mundo, plantea la premisa para el análisis y tratamiento de un tema que en estos momentos está sacudiendo cimientos importantes de la sociedad norteamericana y que ha venido a constituirse, como lo fue en su momento el tema de la esclavitud, en el centro de un debate que tiene dividos a los ciudadanos de ese Pais. La ley para la Reforma Migratoria que actualmente circula en el Congreso de Los Estados Unidos, se erige como un nuevo e histórico acto de emancipación de derechos civiles y ciudadanos que abarca un número de beneficiarios muy superior a los 4 millones de esclavos que fueron favorecidos por la XIII Enmienda Constitucional de 1865. Once millones de personas que habitan ese pais en calidad de residentes ilegales, han puesto en manos de los congresistas norteamericanos el futuro de su vida y el de su familia. La mayoría proviene de México (59%), El Salvador (6%), Guatemala (5%) y Honduras (3%). Muchos también son inmigrantes de República Dominicana, Haití y otros países del Caribe.

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