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Los ahorros se disuelven
Desde que el Banco Central implementó la muy acertada política para que las tasas bancarias se ofertaran en un nivel que permitiera más acceso al crédito, me dije que había que ser mago para mantener un equilibrio tal, de manera que esa presión a las tasas activa y pasiva de los bancos, no afectara la siempre peligrosa tasa del dólar. Porque es lógico que, si se desincentiva el ahorro local, a pesar de que la banca internacional no ofrece tasas atractivas para el dólar, muchos capitales ociosos se inclinarían a protegerse en esa moneda. Quizás fuera más prudente no halar demasiado hacia la baja de las tasas en pesos, para que el Banco Central no se vea obligado a mermar con frecuencia sus reservas en moneda dura, con el fin de tratar de controlar alzas que, generalmente, son más nerviosas que otra cosa, creando una espiral en sí misma. Con la última reducción de 0.75 ordenada por el BC y la liberación de veinte mil millones de pesos, por un lado, y nueve mil por el otro, en un país que depende en más de un 80% de las importaciones, era lógico entender que gran parte de ese dinero se destinaría a la compra de dólares, tanto para guardar, como para reposición de mercancías vendidas. Parece que así ha ocurrido, por lo menos en lo que tiene que ver con los préstamos de consumo, aunque no con los hipotecarios. Nótese que el dinero para consumo voló enseguida de los bancos que recibieron las concesiones del Banco Central en materia de liberación de encaje legal, etc. La realidad es que, con una inflación que se espera alcance más de un seis por ciento y una tasa pasiva que no pasa de la misma cifra, menos el 10% de impuesto, el ahorrante está ante la triste realidad de que su dinero ahorrado en certificados locales, pierde en vez de ganar. Los retirados que dependen de esas inversiones, están bajo estado de pánico, pero los que especulan con dinero ocioso, se protegen comprando dólares, cuando las tasas en pesos dejan de ser interesantes. Por eso hay que equilibrar.