¿Por qué Sartre y no Camus?
Jean Paul Sartre y Albert Camus fueron intelectuales franceses que coparon la atención y admiración de toda una generación. Sus obras fueron leídas con avidez; sus consideraciones filosóficas y literarias fueron temas de discusión; crearon seguidores y escuelas, discreparon en sus versiones existencialistas, pero ambos estuvieron comprometidos con la resistencia al invasor nazi fascista, durante la ocupación de Francia en la Segunda Guerra Mundial; ambos pusieron en juego sus pellejos incitando a la lucha por la libertad. Camus fue director de “Combat”, la página sobria de la reflexión militante y de apoyo a los combatientes. Los escritos de Camus eran incisivos, su prosa de ensayista, sus textos de novelista y sus obras de teatro, pueden leerse en tiempo presente, Sartre fue más filósofo, profundo y comprometido en el contexto histórico de los años 50 del siglo pasado. El propio Camus llegó a plantear que, cuando uno se encontraba con una ocasión justa, una de las pocas veces en que la historia es clara, se debe saber donde está la justicia. Uno vuelve a leerlo y se percata de que Camus previó el desenlace trágico de la historia lineal. Sartre era un pontífice, sus ideas y juicios eran los parámetros de un tiempo social e histórico de responsabilidad y testimonio, su constancia fue de tal magnitud, que cuando los estudiantes protagonizaron el mayo francés de 1968, y proclamaron que todo hombre mayor de 30 años era sospechoso, Sartre sin ningún rubor salió a las calles y se unió a ellos, rechazando la edad como limitación. Fue el único anciano amnistiado por la primavera del mayo francés. Pero, ¿qué fue, lo que finalmente, lesionó a Camus? Hablamos no de su obra portentosa (Sartre pronunció una oración fúnebre ante la muerte de Camus, en la cual inmovilizó sus diferencias y lo calificó de mente creadora esencial que alcanzó la brillantez), sino de la coyuntura, del momento político, en el cual, se libraba la gran lucha por la liberación de Argelia contra el opresor colonialista y donde se manifestaron las contradicciones de enfoque, que implicaron antagonismos del mundo cultural francés. Mientras Sartre en la cresta de la ola de la popularidad, suscribió y representó al colectivo defendiendo la libertad de Argelia, Camus optó por una posición intermedia que supuso la conveniencia de corregir los males e injusticias del colonialismo, promoviendo auténticas reformas para que las dos comunidades, la francesa y la musulmana convivieran y ordenaran socialmente su destino; luego hizo un llamado a una tregua civil, oponiéndose a la lucha armada porque nada justificaba la muerte de un inocente. El idealismo le cegaba, dice uno de sus biógrafos, porque no había posibilidades de conciliar opresores y oprimidos. Camus había nacido en Argelia, y ante una provocación de un periodista que lo cuestionaba en el sentido de, si acaso su postura conservadora tenía que ver con el hecho, de que su madre vivía en Argelia, Camus respondió, que si lo pusieran a escoger entre la justicia y su madre, él no vacilaría en escoger a su madre. No pudo aplicar el criterio que le permitió integrarse a los focos de la resistencia al invasor alemán y a los colaboracionistas, porque lo de Argelia era una ocasión justa, una de las pocas veces en que la historia fue clara y donde debió saber donde estaba la justicia, y no lo supo, porque allí estaba su madre, no canjeable por la justicia ni por la historia. Quizá esto explica por qué Sartre y no Camus; por qué una conducta extraliteraria incide y determina en espacio y tiempo, la validez temporal de una imagen, más que mil palabras.