El premio para Marcio Veloz... ¿por qué no?
Premio Nobel de Literatura, ¿para quién? ¿De quién es el galardón mayor de las letras del mundo? ¿Quién es el escogido todos los años, allende los mares, cuyo nombre difunden los medios informativos simultáneamente en todas las lenguas? Tuvimos muchos años esperando que el poeta argentino Jorge Luis Borges fuera el señalado por los jurados rigurosos de la palabra escrita y la metáfora encandilada, la métrica y el ritmo candoroso del texto. La muerte llegó primero que el Nobel y el controversial escritor argentino se burlaba de los premios y de la muerte. Sus erráticas declaraciones sobre temas del dominio público eran cada día más objetables. Pero su poesía y sus cuentos eran excelentes, obras de arte pulidas con su ingenio y capacidad creadora. Los jueces de la literatura confundieron un espacio con el otro, fundieron en saldo angustioso de rechazo el extremismo de Borges. La literatura no tiene nada que ver con la verborrea. El arte es arte y está por encima de veleidades, imputaciones y travesuras. Borges mereció el Premio Nobel. Su nombre no está por debajo de Vargas Llosa, ni de Neruda, ni de la Mistral, ni de Paz, ni de Asturias, ni de García Márquez. Si estuviera vivo, César Vallejo debía ser en algún momento, el Premio Nobel de Literatura. No hay lector que se asome a su escritura sin sentir un vuelco expresivo del dolor más profundo y de una búsqueda de significados que lidian con la estructura misma del idioma, transformando sus alcances en una metamorfosis desgarrante. Yo quisiera el Nobel para Rubén Darío que nos enseñó a todos a navegar en una embarcación de palabras llena de magia y encanto, a transformar la lengua y buscar niveles de inspiración en símbolos y parnasos culturales de riqueza ilimitada. Pero no hay Nobel para los muertos. Yo quisiera el Nobel para Walt Whitman, el cantor más alto de la vida y las imágenes que lustran la energía telúrica de los pueblos. Pero el cosmos, el hijo de Manhattan, fluye ahora como los ríos y el viento, en una dimensión absoluta de luz y sueños. Yo hubiese querido el Nobel para Juan Bosch, Pedro Mir y Manuel del Cabral. El escritor dominicano vivo más completo, el de mayor cobertura creadora en todos los planos, lo es Marcio Veloz Maggiolo. Su obra es amplia, su narrativa excelente, no tiene nada que envidiarle a la narrativa actual del continente y de otros confines de la tierra. En los años 60 del siglo pasado, los dominicanos perdimos la única oportunidad que hemos tenido de trascender en literatura, cuando reinaba el llamado movimiento o agrupamiento de escritores que deslumbraban el escenario creador, llamado “boom” que catapultaron la editora Seix Barral de España y Casa de las Américas de Cuba. En un concurso de novela, auspiciado por Seix Barral, donde concursaron los novelistas más destacados del momento, Marcio Veloz Maggiolo quedó en primer lugar conjuntamente con el escritor chileno José Donoso, con su novela, “Esta tierra caliente” (que luego se llamaría, “De abril en adelante”) y” El obsceno pájaro de la noche”. Mientras la obra de Donoso fue editada y difundida, la de Marcio quedó sin ser integrada a la difusión literaria de los escritores del “boom”, la obra de Marcio era experimental y usaba los instrumentos expresivos más modernos de trabajo. No hubo política cultural de Estado dominicano que nunca ha entendido la importancia del arte y la cultura, y mucho menos auspiciar y defender los valores culturales y literarios con persistencia y continuidad. Desde la novela de tema bíblico hasta la temática histórica, social, humana, existencial, la obra de Marcio en literatura nos ofrece una selección formidable de textos manejados diestramente por este orfebre laborioso de la lengua. Cuando llega el Premio Nobel de Literatura espero siempre que le sea otorgado al continente latinoamericano, y dentro de este continente, que Víctor Raúl Haya de la Torre, llamó en justicia, Indoamérica, sea distinguido Marcio Veloz Maggiolo, el más grande de los literatos dominicanos, el más entregado, el más universal, el de mayor obra narrativa (sin entrar en su hoja curricular donde el valor intelectual de sus investigaciones, hallazgos y aportes son infinitos). El país debe postular a Marcio al Premio Nobel de Literatura, digo el país, sus academias, sus universidades, sus planteles, sus inteligencias, sus artistas. El intento colectivo es situar la literatura dominicana en los peldaños de su consagración, que el esfuerzo de tantos escritores nacionales se vea impulsado por el muestrario de una obra como la de Marcio, que nos representa en cualquier lengua, que nos llena de orgullo como dominicanos y amantes de la literatura y la cultura. Marcio no lo pide, no entra en sus urgencias, actualmente escribe una monumental novela que enriquecerá nuestra narrativa. No tiene tiempo para promoverse, escribe para el presente y el porvenir, nuestro Marcio, el mejor.

