PIENSO Y ESCRIBO

Oraciones contestadas

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Iranna Flaviá LucianoSanto Domingo

No existe una sola hoja de un árbol que se mueva o caiga sin que Dios antes lo consienta. Algunos encontrándose en pleno uso de sus facultades se les olvida que existe Dios. La visión que llegan a tener respecto a él surge como un paño de lágrimas, para el momento de necesidad. Ciertos lo claman para ser vistos en la iglesia, otros para aquietar viejos sentimientos de culpa. Algunos entienden que por medio a la fe pueden lograr subsanar la maldad de su corazón y llegar a ser aceptados por la sociedad. Creen que pueden convencer de que están hechos de un mejor material. Hacen ver que entre el cielo y la tierra son los iluminados, y como el santo profeta Moisés, son los encargados de llevar a los fieles a la tierra prometida. Lo cierto es que en algunos casos por su discurso interminable, podemos ver como se maneja mucha falta de sinceridad. Para los mansos de corazón no hace falta presumir de Dios, de antemano están convencidos de que son obra y gracia de él. Se reconocen como obra imperfecta, saben que para hacer el bien solo basta con actuar como Dios espera que lo hagamos. Están conscientes de que existe el mal, pero aún conociendo las estrategias para llevarlo a cabo, se apartan de el, le temen a Dios y evitan provocar su furia. Para Dios no existe nada oculto, conoce nuestros planes desde antes de nacer. La manera como Dios nos prueba siempre permanece oculta, se revela así como célula cuando llega a ser órgano, y conocemos sus funciones vitales. Las oraciones contestadas son como la oruga, que llegado el tiempo abre sus alas y emerge como mariposa.

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