Hipólito y la Convención de Viena
Como el Partido Reformista Social Cristiano ha tomado el camino para establecer una alianza electoral con el PLD y su candidato Danilo Medina, los estrategas de Hipólito Mejía han iniciado una campaña que busca desmeritar la labor que realiza el presidente de esa organización desde el Ministerio de Relaciones Exteriores. Para ello utilizan sus enclaves mediáticos, a quienes encargan “análisis” y “reportajes” que jerarquizan en sus medios, y que son reproducidos por las chicharras radiales y televisivas del pepehachismo. Dicen que el servicio exterior es super numerario y que está influido de la clientela política. Y aunque no les falta la razón, lo que no dicen es que se trata de un mal sistémico del Estado Dominicano, que no exceptúa la diplomacia, y que no fue corregido durante los 4 años de Hipólito Mejía sino que por el contrario, el desorden diplomático era tal que resultó incompatible con la psicorigidez de un intelectual como Hugo Tolentino, al punto que le llevó a renunciar como secretario de Relaciones Exteriores. En el proceso algunos resentidos aprovechan la ocasión para dejar en evidencia sus miserias humanas y emprenderla en ataques contra embajadores que al mismo tiempo son periodistas. Son los casos de las embajadas en Washington y Madrid, que son ocupadas por dos distinguidos y respetados periodistas: Aníbal de Castro y César Medina. Este último, además de embajador y periodista, es mi padre, por lo que conozco de primera mano el trabajo que ha ido a hacer al servicio exterior, y el sacrificio personal y económico que le ha representado. Sin embargo, gente cargada de envidia ---para aceptar la intrascendencia de sus carreras y sus vidas personales cuando las comparan con otros de su generación, hay que tener una altura humana que no alcanzan los mezquinos---- apunta de manera particular estas legaciones y hacen referencias a los ingresos que reciben esas embajadas. No conozco en detalle otras embajadas, pero sé de primera mano que los ingresos que recibe el embajador dominicano ante el Reino de España ---que no es un sueldo, sino una dotación, algo que debería saber quien una vez “se honró” sirviendo como embajador en un gobierno cuyo presidente terminó tras las rejas acusado de corrupción--- no alcanzan para cubrir las necesidades de la segunda embajada en importacia para el país, y que su empresa personal debe sufragar importantes recursos para sostener los gastos en los que incurre el embajador César Medina para mantener la dignidad y defender los intereses de la República Dominicana. Tampoco me consta cuáles son los ingresos que tiene el presidente del gobierno español, ni me extrañaría que los que recibe la embajada dominicana fueran superiores. Como no tengo conocimiento del salario que recibe el presidente Fernández, pero no dudaría tampoco que fueran considerablemente inferiores a los de un miembro del Consejo del Banco de Reservas, como no me extrañaría que la herencia que legara a sus hijos el fallecido presidente Jorge Blanco, hayan sido menores que las que pudieran ser producto de un ex administrador del INESPRE, que dejó una importante suma en compartición de bienes matrimoniales. Pero al margen de los “análisis” de estos resentidos, lo verdaderamente hilarante fueron las observaciones que hiciera en esa dirección el candidato del PRD. Primero advirtiendo sobre una supuesta intención de pasar una ley que buscaría “eternizar” los cargos dimplomáticos, evidenciando que no ha leído el proyecto de ley orgánica de Relaciones Exteriores, que busca entre otras cosas, profesionalizar el servicio exterior y establecer la carrera diplomática luego de 10 años de servicio ininterrumpido, y que sólo pretende continuar fortaleciendo la institucionalidad del Estado. Pero además, Hipólito tiene la cachaza de referirse a la Convención de Viena, que suscrita en 1961, regula las relaciones diplomáticas entre los países amigos. No dudo que República Dominicana haya incurrido en violaciones a este tratado, sobre todo en lo relativo al tamaño de ciertas legaciones diplomáticas. Ya lo decíamos, el servicio exterior acusa la misma hipertrofia que padece el resto del Estado. Sin embargo, en lo que seguro nunca ha incurrido Leonel Fernández es en ridiculizar el país en el exterior, convirtiéndose en el hazmerreír de las cumbres donde asiste, romper los protocolos o faltarle el respeto a sus colegas presidentes y jefes de delegaciones. En cambiarle el saco a dos jefes de Estado para burlarse de sus diferencias de estatura, y sacar a bailar merengue a la Reina de España ante los sorprendidos ojos de su cónyuge y de toda la delegación de ese país. Y jamás dejaría hospedado indefinidamente en el Palacio del Pardo a una delegación super numeraria que incluya familiares y canchanchanes, mientras se va a pasear dos semanas por otros destinos. Un canciller de Leonel Fernández nunca pasaría por la vergüenza de tener que pagar facturas al gobierno español por los días utilizados inconsultamente en la residencia destinada a visitas oficiales, y mucho menos por los daños de hospedaje y las pérdidas de piezas que reflejaron los inventarios levantados tras la salida de esos “turistas”. Y eso para no abundar en los consulados cerrados por el Departamento de Estado, las vergüenzas que nos hicieron pasar ciertos embajadores, así como los “indelicadezas” de ciertos consulados y embajadas durante ese cuatrienio. Hipólito debería medirse para hablar de relaciones diplomáticas. Nunca estuvieron peor servidas que en su mandato. ¿Y hablar de Convención de Viena? ¿Con las payasadas que protagonizó siendo PresidenteÖ? Eso constituye una desfachatez.