La Carta Pastoral de la Iglesia
La Carta Pastoral de la Iglesia Católica, con motivo del Día de la Altagracia, se propagó como reguero de pólvora por todos los rincones de la República. Las profundas, sinceras y serenas reflexiones de nuestros obispos recogen el sentir de la sociedad dominicana y reflejan la realidad que vive nuestro país, que padece una grave crisis moral y una insoportable situación de limitaciones y carencias, olvidado y desatendido por un gobierno que se ha demostrado insensible e ineficiente y que lacera la dignidad humana. Si bien la Pastoral contiene un mensaje dirigido a toda la sociedad ,su principal destinatario, aunque no le mencione explícitamente, es el gobierno nacional, como responsable de las transformaciones y cambios que se hagan o dejen de hacerse para el desarrollo humano, político, económico y moral del pueblo dominicano. No solo en esta oportunidad, sino en anteriores pastorales y homilías, la Iglesia ha demostrado su preocupación y llamado directamente la atención de nuestras autoridades sobre la penosa situación que vive la mayoría de nuestro pueblo. Aún retumba en las callejuelas de la zona colonial de la ciudad capital, la famosa y valiente homilía pronunciada por Mons. Flores Santana, Obispo de Santiago, desde el altar de la Iglesia de las Mercedes, en ocasión de su Día, en septiembre del 2007. Esa homilía, nos conmovió a todos, menos al gobierno nacional, que a pesar de haber sido su directo destinatario, aún continúa ciego, sordo y mudo frente a los males que afectan la sociedad dominicana. ¿No ha sido acaso al gobierno y a sus más altos exponentes a los que la Iglesia se ha dirigido cuando ha criticado a quienes compran conciencia con los dineros del pueblo desde las altas posiciones políticas que ocupan? ¿No ha sido al gobierno al que ha criticado cuando ha calificado como una “injusticia que clama al cielo”, los sueldos millonarios de varios funcionarios frente a las pírricas pensiones que reciben miles de dominicanos que han dedicado gran parte de su vida a servir al Estado? ¿No ha sido al gobierno al que le ha enrostrado, que si bien en todas las épocas, pero más en ésta, el pueblo vive amarrado con las grandes cadenas de las pasiones desordenadas y de las esclavitudes, sobretodo morales? ¿No ha sido el gobierno el real destinatario de las reflexiones de nuestra Iglesia cuando ha afirmado que se ha comprobado que en nuestro país, al igual que otros de Latinoamérica y el Caribe, los políticos han sido incapaces de implantar la democracia, con los mismos derechos y deberes para todos los ciudadanos, porque esos políticos, que hablan de construir la democracia, son los primeros en socavar sus cimientos? ¿No ha sido al gobierno a quien se ha dirigido nuestra Iglesia cuando ha advertido que los abusos autoritarios y económicos, pensando quizás en las injustas reformas fiscales que nos han sido impuestas para recaudar dinero que se derrocha, sin resolver los problemas nacionales ni corregir las desigualdades que imperan en nuestra sociedad? ¿No ha sido al gobierno en el que piensa nuestra Iglesia cuando ha afirmado y criticado que se levanten grandes obras en metrópolis, muchas veces verdaderos monstruos, en desmedro de las demás provincias y ciudades, creando un desequilibrio terrible en lo económico, lo habitacional y humano? ¿No ha sido acaso al gobierno al que nuestra Iglesia se ha dirigido cuando ha pedido a nuestro pueblo rezar para que la Virgen de la Altagracia y la Virgen de las Mercedes rompan la ambición de poder que lleva a muchos políticos y gobernantes a trabajar por sus intereses particulares y su riqueza, olvidando el bien común y el sufrimiento de los pobres? ¿No ha sido al gobierno que nuestra Iglesia ha tenido en mente cuando ha mencionado a los políticos mediocres y a la corrupción rampante?. Nuestra Iglesia sabe, como lo sabe todo el pueblo, cuales son los políticos, que cuando llegan al poder, mienten, manipulan, practican y amparan la corrupción, el nepotismo, el clientelismo y cultivan un culto a la personalidad, haciéndose creer indispensables, aunque presidan un gobierno fallido. No obstante esa actitud indiferente del gobierno nacional, el pueblo escucha y medita sobre las reflexiones y la palabra de la Iglesia. Entiende que las mismas reflejan la realidad que vive el país. Está convencido de que se hace necesario un cambio en el gobierno y en la forma de gobernar. Espera, paciente y esperanzado, las elecciones presidenciales del 20 de mayo próximo.