Memorias de un viaje al interior

Al noroeste de nuestro país existen espacios de los que escuché hablar de niño, cuando mi padre contaba de sus viajes por esa zona de grandes montañas, extensos ríos y un verde tan infinito que abraza el gran cielo. Con el tiempo, más de una vez llegué a acompañarlo a Santiago cuando visitaba al Dr. Salvador Jorge Blanco y otros amigos oriundos de esa zona. Sin embargo, nunca tuve la oportunidad de cruzar los límites de la Ciudad Corazón, hasta que en años recientes fui invitado a Santiago Rodríguez para ofrecer una charla y posteriormente para defender un caso. Así conocí la Cuna de la Restauración, donde las mujeres son murallas y los hombres cañones, lugar en el que se erige el Pico del Gallo. Y es que en ese espacio conocido como La Sierra, vedado por grandes pinares y madera de todo tipo, donde el cantar de las aves anuncia el día al campesino que trabaja la tierra. Allí nacen innumerables ríos y arroyos, entre ellos los que alimentan a la Presa de Monción. Fue hace unos días que transité por una gran recta que me condujo a una zona sumamente interesante de nuestra historia. Se trata de Montecristi, ciudad bañada por el atlántico, de naturaleza virgen, fundada en 1506. En esta antigua provincia podemos observar casas de estilo neoclásico y victoriano que han sabido resistir al paso del tiempo. Una región donde el proceso de conquista hizo posible la presencia de varios núcleos familiares de origen canario, y el apogeo industrial permitió la constante inmigración de cocolos, cubanos, alemanes, árabes, ingleses, norteamericanos y haitianos. Una ciudad en la que abunda el ganado vacuno y caprino, grandes salinas y plantaciones de plátano, banano, arroz, melones, tomates y una gran variedad de hortalizas. Se penetra por una amplia avenida y muy cerca de ella nos encontramos con el gran reloj en medio de la antigua plaza de armas. Se trata de una estructura de hierro forjado en forma de botella de champaña que ha pasado a ser un símbolo de la ciudad. Construido en Francia por el relojero Jean Paul Garnier por disposición del venezolano Benigno Daniel Conde Vásquez, quien junto al Ayuntamiento de la comunidad recolectó fondos para su compra. De pronto observé un montículo que como bien señalara el almirante Cristóbal Colón en su diario, es un hermoso alfaneque, semejante al Gólgota donde muriera el Redentor, razón por la que designa aquel espacio geográfico como Monte-Christy, actual Montecristi. Tierra de grandes músicos, poetas e investigadores, pero también del inmortal Manuel Aurelio Tavares Justo, a quien han dedicado un espacioso parque que luce descuidado y solitario. Esta provincia, hoy olvidada tanto por los políticos como por el sector empresarial, contó con locomotora desde 1875, acueducto desde 1889 y se instalaron teléfonos en 1895, fecha en la que se firmó en dicha ciudad el conocido Manifiesto de Montecristi entre el dominicano Máximo Gómez y el cubano José Martí, en una casa ubicada casi a la entrada del pueblo donde hallamos un hermoso patio con dos bustos de estos grandes hombres y una tarja que resume un fragmento del citado manifiesto. No podía despedirme de esta zona sin visitar el municipio de Pepillo Salcedo, mejor conocido como Manzanillo, en el que encontré uno de los puertos más importantes del país. Lugar poco visitado en el que apenas fluye el tráfico y el sol se siente como si los árboles no fueran suficientes para cubrirnos de sus rayos. Por allí la lluvia es escasa, los caminos se hacen intransitables. En el pasado, hacendosos comerciantes explotaron el Campeche y utilizaban el puerto para transportarlo a Estados Unidos y distintas ciudades de Europa. Además de pasar por las ruinas de la Grenada Company pude conocer “Tierra de nadie”. Porción de terreno a orillas de la desembocadura del río Masacre que no corresponde ni a República Dominicana ni a Haití. Allí se pueden ver los hitos de concreto que a partir de 1929 fijaron los límites entre los dos países que comparten la isla. De esa forma concluyó un recorrido por el interior que todo dominicano debe hacer para un mayor enriquecimiento cultural e histórico de su país.

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