Monseñor Antonio Camilo González

A pesar que dentro de poco tiempo cumplirá 20 años como Obispo de la Vega, monseñor Camilo González sigue siendo el padre Camilo para un grupo que aún con el pasar de los años mantienen el dulce encanto de la juventud, se trata de los jóvenes que acompañaron al padre Camilo en la Parroquia de San Pablo, en Cristo Rey. Sin dudas, que sin el acompañamiento de este sacerdote que ha sabido ejercer su labor de pastor donde quiera que el Señor lo ha enviado, la vida de estas personas hubiera sido diferente, a pesar de haber crecido en uno de los barrios más connotados de la capital, los jóvenes del Padre Camilo, en su mayoría crecieron con la tarea de vencer obstáculos de pobrezas, de nunca dejarse vencer, de superar cada paso y de vencer el mal a fuerza del bien. Estos adultos-jóvenes, se hicieron casi todos profesionales, han formado familias cristianas, bajo los preceptos de su Iglesia. Se reúnen, comparten, comulgan y mantienen su fidelidad a la amistad. El padre Camilo, como buen padre, asumió desde este pobre y humilde barrio la tarea de dar seguimiento a sus jóvenes, con una visita en la casa, sin importar en cual callejón de miseria vivía uno de estos, de llamarle la atención cuando los pasos parecían perderse por un camino equivocado, sufrir y llorar como buen compañero, la pérdida o enfermedad de uno de estos. Monseñor Camilo, como buen maestro enseñó a los pobres de Cristo Rey, la educación al medio ambiente, cuando cada año en la Semana Santa emprendía la ardua tarea de no solo limpiar el alma, sino los escombros de callejones y calles, con el lema: “¡No tenemos la culpa de ser pobres, pero si de ser sucios!”. Han pasado los años y su visita no sorprende en el barrio, pues éste se quedó siendo suyo y la gente de él. Ha celebrado cada logro, y aunque la ciudad de la Vega lo ganó como Pastor, su acompañamiento es de siempre. Sigue siendo como el amor puro del maestro: entregando y dando la vida por sus amigos. Con sus tantos años e investidura de Obispo, trasciende más, pues no importa dónde queda Jumunuco o el Higo de Manabao, él llega, toma un mulo y allí donde los campesinos no habían visto un Padre con un gorrito rojo en la cabeza, o sea un Obispo, ahí se ha hecho presente, preguntando como buen campesino ¿de dónde es usted, a qué se dedica, cuántos hijos tiene? yÖ como buen cibaeño sigue preguntando ¿ÖY cuál es su apellido? Así es el Obispo-Padre, sí así lo identifican su gente de Cristo Rey, el padre Camilo.

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