EL ROEDOR
Lula: amor, justicia, solidaridad
“Sé qué es la desesperación de una madre que está delante de un fogón sin gas y sin lo más elemental para hacer una comida para sus hijos… Quienes nunca han pasado hambre ni necesidades no saben qué son 80 dólares en manos de una madre de familia”. –Luiz Inacio Lula Da Silva, ex presidente del Brasil— El nuevo presidente de la Suprema Corte de Justicia, Dr. Mariano Germán, dijo el sábado que “sin Justicia no hay democracia”, y yo digo “que sin educación, techo y trabajo, jamás habrá ni democracia ni Justicia”. Aunque no puedo decir que recuerde alguna vez me haya acostado en casa sin comer (por unos padres que hacían de “tripas, corazón”, y su razón de vivir era su prole), vengo de la boca de la miseria haitiana y dominicana: conozco su cara de hereje, sus lagañas, sus rápanos (o “nacíos”), sus caries que hinchan las encías, los cuerpos macilentos, las manos arrugadas que imploran una moneda y que siempre terminan con “¡Dios lo bendiga!”; la conozco en las decenas de niños de mi edad que hoy deberían estar vivos, y murieron por deshidratación, malaria o una infección insignificante. “¡Te morirás con una mano alante y otra atrás!”. Lo acepto. Un rico me dijo: “No te indignes tanto”. Su calma, me calmó y gracias le doy. La lucha del hombre moral del S. XXI es solo una: ¡contra la pobreza! Pero yo no soy el protagonista; el protagonista es Lula, el ex presidente del Norte del Brasil (la parte más feraz y subdesarrollada), que probó su primero taza de café a los 7 años con azúcar de yuca, según le confesó al diario “El País”, de España. Nelson Mandela y él serán paradigma de amor, humanismo mientras haya humanidad y memoria. 2.- Lula, en 8 añosEl día de la toma de posesión, Lula montó el Gabinete en un avión y les enseñó todos los nichos de miseria del Brasil, y el resultado final: 28 millones de pobres menos. Salió de una de esas zonas donde es común que los niños vayan a la cama sin comer o pasen un domingo sin almuerzo; redujo drásticamente los niveles de desnutrición y desescolarización de los niños y jóvenes. Brasil es la sexta economía del mundo desplazando a Alemania. No está con eso “de poca ayuda si no hay democracia, ni políticas de distribución del crecimiento para evitar que el dinero siga en manos de pocos y el pueblo siga pobre y desnutrido”. Cuando empezó, el 10% de la población más rica era dueña de la mitad del dinero del país y les dejaban a los más pobres apenas el 10%. Lula aumentó el salario mínimo en un 62 en cinco años, con voces que advertían que lo único que lograría era el crecimiento de la inflación. “Y la inflación no aumentó”, dice. Esos aumentos sacaron a millones de brasileros de la pobreza. “El 2008 Brasil salió adelante gracias a esta población: El consumo creció siete veces más en los sectores populares. Los pobres comenzaron a ser tratados como ciudadanos”. Una estrategia clave fue “bancarizar” en un año 45’000.000 de brasileros con cuentas bancarias activas, y esto hizo viable la segunda estrategia: no dejarles a intermediarios la administración ni la entrega de estos recursos públicos. “No creo que deba existir la figura del intermediario, porque la mitad de la plata se queda con él. En Brasil las personas que reciben beneficios del gobierno no tienen contacto con intermediarios. Reciben una tarjeta magnética con la que puede ir al banco y sacar el dinero. Eso es sagrado”, recalcó Lula. La tercera garantía del éxito: tener registros de calidad y seguimiento a los programas y beneficiarios. Equipos del gobierno viajaron a lugares remotos en donde encontraron habitantes que ni siquiera tenían actas de nacimiento; eran ciudadanos que no existían. 3.- Tarjetas para VagabundosEllos son hoy beneficiarios del programa “bolsa familia”, que entrega tarjetas a las mujeres del hogar para que cuenten con el dinero para la alimentación y la educación de su familia. “Son 13 millones de tarjetas. Las personas van al banco y no les deben favores a alcaldes ni a gobernadores ni al Presidente. Me decían que estaba desperdiciando el dinero, que estaba creando vagabundos que no trabajaban. Criticaban que los pobres compraran lápices o zapatos para los niños y no comida. Eso es fácil para alguien que los tiene, pero no para los que nunca lo han tenido. Creó un ministerio para combatir el hambre. En seis años la desnutrición se redujo un 73% y la mortalidad infantil en un 45%. Esta apuesta incluye restaurantes populares, programas de lactancia materna, promoción de la agricultura familiar, distribución de alimentos a los más pobres, la entrega de microcréditos --¡ay, Danilo!-- y fomento de la economía local a través de la compra al pequeño productor para abastecer los programas de alimentación del gobierno, entre otros. “La garantía para la buena alimentación de la población debería ser la prioridad de todos los hombres públicos y de buena voluntad. No es normal –dijo– que un gobernante del mundo no tenga prioridad de presupuestos y políticas la lucha contra el hambre”. La generación de millones de empleos formales redujo el trabajo infantil y estos niños y jóvenes estudian en las 214 escuelas de educación básicas y 14 universidades nuevas. “No hay nada más barato que invertir en los pobres” y deja atrás la teoría de que hay que esperar al desarrollo inclusivo. En Brasil, la inclusión llevó al desarrollo. “Los ricos también se benefician cuando los pobres dejan de serlo”, dijo. “Hasta le pagamos la deuda el FMI. Después de dos años de gobierno le devolvimos U$16.000 millones que le debíamos. Hoy el FMI nos debe U$14.000 millones que le prestamos para ayudar a la crisis de los países ricos”. PD: Dr. Alburquerque: los pulperos les dan 300 pesos en efectivo a los de la Tarjeta y les hacen firmar la lista de compra de alimentos. ¡Un robo vulgar!