PENSAMIENTO Y VIDA

¿Los Reyes Magos o Santa Claus?

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Francisco José Arnaiz S.J.Santo Domingo

A mí, de niño me trajeron siempre los regalos navideños los Reyes Magos. Hoy a muchos niños se los trae Santa Claus. No quiero pensar que en este cambio existen intereses inconfesables de personas mayores. Intereses no meramente mercuriales. El que los Reyes Magos traigan el seis de enero regalos a los niños se remonta nada menos que al siglo IV. El origen de semejante tradición, para nadie que haya leído el evangelio de Mateo es un misterio. El relato de Mateo, a pesar de su aire poético y de su dramatismo, es de una admirable sencillez y contención en comparación con todo lo que las leyendas, el Folklore y el arte han ido amontonando sobre él. Mateo habla de unos “Magos” de Oriente que vienen a adorar al Niño porque han visto su estrella en Oriente y que ante él, abriendo sus cofres, le ofrecen oro, incienso y mirra. Avisados por Dios que no vuelvan a Herodes regresan alegres y satisfechos a su tierra por otro camino. Conociendo todo el evangelio de Mateo (una catequesis sobre Cristo y el cristianismo dirigida a un medio gentil-cristiano), es evidente que su objetivo en todos y cada uno de los pasajes evangélicos no es primordialmente hacer una crónica precisa de los acontecimientos de la vida de Cristo sino ofrecer un mensaje religioso. Con el pasaje de los Magos él pretende subrayar que la “salvación” que viene a realizar Dios en la tierra no está restringida al pueblo de Israel sino que está dirigida a toda a la humanidad. Con el término “epifanía” “manifestación” es lo que quiso proclamar la Iglesia primitiva, los primeros cristianos. Mateo, sin embargo, que es judío de nacimiento y formación, adorna su narración de los Reyes Magos con diversas alusiones al Antiguo Testamento. Presenta el suceso como cumplimiento de viejas profecías que estaban en el corazón y en la mente de todos los judíos. Este método lo emplea con frecuencia en su evangelio. Las alusiones son a la profecía de Balaán: “Álzase de Jacob una estrella y surge Israel” (Núm. 24, 17). A la profecía de Isaías: “Te inundará muchedumbre de camellos. Llegarán de Saba en tropel trayendo oro e incienso” (Isai. 60, 6); A la profecía del Salmo 71: “Los Reyes de Seba y Sabá le pagarán tributo. Se postrarán ante él todos los Reyes y le servirán todos los pueblos” (Ps. 71, 10-11); y a la profecía de Miqueas que aduce textualmente: “Y tu, Belén, tierra de Judá, de ningún modo eres la menor de entre sus ciudades principales, porque de ti saldrá un Caudillo que gobernará a mi pueblo de Israel” (Miq 5, 1-3). Nada se dice si los Magos eran Reyes si eran tres, si se llamaban de tal o cual manera. El nombre y oficio de Magos era algo característico de los Persas. Mago en Persia significaba “partícipe del don” y por don se entendía la filosofía religiosa de Zarathustra Los discípulos y continuadores del maestro gozaron de gran prestigio e influencia. Actuaron frecuentemente como mensajeros políticos. Fueron a veces sacerdotes. Ejercieron elevados cargos y trasmitieron a la posteridad los escritos del Avesta, libro sagrado de la religión fundada o reformada por Zarathustra con su ritual, leyes y oraciones en dialecto avéstico. Su doctrina es de las más elevadas del mundo antiguo, sobre todo en las derivaciones ético-sociales. Partiendo a los inicios de una concepción monoteísta, más tarde asumió el dualismo, recalcando el definitivo triunfo del Bien sobre el Mal y el triunfo de la Justicia en el mundo bajo el imperio del “Sabio Señor” o “Ahura Mazda”. Esperaban la venida de un “Saoshyant”, de un “Auxiliador”. La expectación avéstica coincidía, según esto, con la mesiánica de los hebreos. No faltaron mazdeos que identificaron a Zarathustra con Abraham. Algunos autores cristianos llegaron más tarde a presentarlo como profeta de Cristo. No se olvide que el número de judíos, viviendo en la diáspora, sobre todo en todo el Medio Oriente, era muy elevado. En la tradición literaria e iconográfica de los primeros siglos cristianos prevalece la convicción de que los Magos era persas. Por otro lado Persia era tenida como “Oriente”. Del dato de la estrella se dedujo que eran “astrólogos”. Al sabio oriental le fascinaba la astrología. Según ellos los determinan y señalan desde arriba el ritmo de los acontecimientos en la tierra. La creencia popular los hizo “Reyes”, “Reyes Magos” y “Santos Reyes”. De entre los escritores cristianos de los primeros siglos parece que fue San Cesáreo de Arlés del siglo VI el primero que los llamó Reyes. Las pinturas más antiguas de las Catacumbas los representan sin insignias reales y Mateo que tanto empeño pone en realzar la regia dignidad de Jesús, nada dice de la realeza de los Magos. Tampoco dice el número de ellos. Las tradiciones y monumentos antiguos nos hablan de dos, tres, cuatro, seis, ocho, doce y hasta quince. El número más constante es el de tres. El primer testimonio formal es de San León, Papa del siglo V. Las pinturas de las Catacumbas, -que son el testimonio más antiguo-, representan ordinariamente tres. El número de dos o de cuatro, que aparece de vez en cuando, habría que atribuirlo al gusto por la simetría. Nada tampoco se dice en Mateo sobre sus nombres. Hoy por hoy estos nombres aparecen por primera vez en un códice de la Biblioteca Nacional de París del siglo VII. El venerable Beda, en el siglo VIII los describe así: “Melchor era anciano de barba luenga y poblada. Gaspar joven, lampiño y rubio. Y Baltasar negro y de espesa barba”. Vogouroux hace notar que esta diferencia de razas no concuerda con las representaciones arqueológicas de la escultura, numismática y pintura de los primeros siglos del cristianismo en donde se representa a los Magos como de una misma raza. La Tradición asegura que más tarde fueron instruidos en la fe por Santo Tomás, que fueron consagrados Obispos y que murieron mártires en el siglo I. También que sus restos fueron trasladados por Constantino el Grande desde Palestina a Constantinopla y desde allí a Milán donde descansaron hasta que el Emperador Barbarroja los donó en 1164 al Obispo de Colonia, quien edificó en su honor un sencillo templo que en 1248 se convirtió en la imponente catedral flamígera de hoy, uno de los monumentos más excelsos del estilo gótico. Es evidente que la vinculación de los Reyes Magos con la traída de juguetes es una rudimentaria catequesis infantil. Por ello la Iglesia provocó pronto y ha alimentado siempre esta costumbre, reprobando últimamente la instrumentalización de esto para simples fines comerciales y económicos, quitando espiritualidad y hasta encanto a la iniciativa. Santa Claus es una deformación inglesa de la palabra “Sinterklaas” que significa San Nicolás. San Nicolás nació en Pátara de Asia Menor hacia el año 300. Joven ejemplar y sacerdote celoso es nombrado muy pronto Obispo de Mira en Licia. Durante la persecución de Diocleciano y Maximiliano pasa años en la cárcel. El emperador Constantino lo libera y lo devuelve a su sede de Mira, donde es un dechado de amor y de dedicación a los pobres hasta su muerte alrededor del 350. En 1087 los Cruzados salvaron sus reliquias de Mira, cuando esta ciudad estaba a punto de ser tomada y saqueada por los turcos musulmanes, y las trasladaron a Bari, en el sur de Italia, donde descansan hasta nuestros día. De aquí que en vez de San Nicolás de Pátara o de Mira sea llamado San Nicolás de Bari. Cuando los cruzados llegaron a Mira, la devoción y admiración hacia San Nicolás eran ya extraordinarias. Tenía además fama de milagrero. Grecia y Rusia están bajo su protección y en estos dos países tiene más Iglesias dedicadas a su nombre que todos los otros santos juntos. Nicolás fue siempre un nombre comunísimo en Rusia. Nobles y plebeyos lo asumen. Los cruzados extendieron su devoción por todo el norte de Europa. En la Edad Media le estaban dedicados más de 2,500 templos. Sobre todo en pueblos costeros En la ciudad de Santo Domingo, entre nosotros, el primer hospital del nuevo mundo, ostentó el nombre de San Nicolás por haber sido fundado por Nicolás de Ovando. Dos hechos de su vida, anteriores a su sacerdocio, marcaron la versión popular de este intrépido Obispo, defensor y promotor de la fe en Asia. Poseedor de una gran fortuna por herencia se entera que un caballero pobre ha decidido prostituir a sus tres hijas por no tener con qué casarlas, proporcionándoles su debida dote. Nicolás llena de piezas de oro una funda y de noche las tira secretamente por la ventana del entristecido padre para la dote de la primera hija. Días más tarde vuelve a hacer los mismo para la segunda hija y días más tarde para la tercera. De este hecho surgió la costumbre en el norte de Europa, sobre todo en Ámsterdam, de tirar por la chimenea en la noche del seis de diciembre, día de San Nicolás, regalos y chucherías para los niños. El segundo hecho es la tradición de un milagro. Rumbo a Tierra Santa para visitar los Santos Lugares y tal vez para quedarse allí como anacoreta, se levanta una gran tempestad que se disipa al ponerse él en oración. Esto le llevó popularmente a nombrarle patrono de marineros y navegantes. Casi todos los puertos del Norte de Europa, sobre todo en Holanda, tienen una capilla o Iglesia en su honor. Al fundar los holandeses, en el nuevo mundo, la ciudad de Nueva York, que a los comienzos se llamó Nueva Ámsterdam, llevaron consigo el amor y devoción a San Nicolás y la costumbre de hacer regalos a los niños la noche del 6 de diciembre.

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