PANCARTA
Lo perdurable es finalizar bien
En esta primera semana del año dominan el ambiente las felicitaciones a granel por un 2012 “colmado de salud, felicidad, suerte” y otras bonanzas. Si cada lector hace una retrospectiva 365 días atrás sobre las personas a quienes le externó “los mejores deseos”, notará aquellos casos para quienes el comienzo del 2011 fue totalmente distinto al final, en la salud, en los negocios, y en otros aspectos. No es halar por los moños comparar el inicio y el final de un año con la incursión de resistencia a la ignominia y finalizar renegando los ideales endosados o enarbolados. Lo mismo sucede con ciudadanos que a temprana edad se involucraron en determinadas actividades contra Trujillo, y al cabo de las décadas se desgastaron por completo o se pasaron a posiciones políticas diametralmente opuestas a las que enarbolaron “en sus años de rebeldía”. Un vistazo en tiempo y espacio hará que cada lector identifique casos conocidos de gente que se ha olvidado de lo que postuló “cuando joven”. En contrapeso verá muchos que no se han torcido, que han sido coherentes toda su vida, verticales, sin dejarse provocar por tentaciones de todo género. La lucha clandestina contra Trujillo registró casos de jóvenes que soportaron con firmeza golpizas y múltiples vejámenes. Pero ya durante el Consejo de Estado se transaron y vieron la oportunidad “de sus vidas”. Ciertos ex presos obtuvieron presas pasando facturas, imitados por otros que se propusieron hacer fortunas “Cea como Cea”. (Consejo Estatal del Azucar, CEA). Sería injusto decir que todos buscan fortunas. Hay quienes cambian al renegar de su pensamiento y de sus ideales. Lo que criticaron acremente ayer, lo toleran hoy sin pestañar. Se asocian con tránsfugas políticos o arribistas recurrentes. El camalenismo sale a flote aunque se disimule temporalmente. Aunque pierdan la vergüenza, la población los observa. Íntimamente saben que “la historia no perdona”. De su inconducta brota y se propaga un comentario: “Dios los cría y el diablo los junta”. Pero sus travesuras no sepultan las verdades. Las huellas que dejan sus pisadas mostrarán el zigzag de su trayectoria y el culebreo de sus andanzas. Será otra lección más de que lo perdurable no es cómo se comienza, sino cómo se termina.