EN PLURAL

A trabajar, señoras

Avatar del Listín Diario
Yvelisse Prats Ramírez de PérezSanto Domingo

No creo en la muerte de la historia, de la Utopía, del sueño, ni en la ineficiencia de los testimonios de amor por la libertad. Por eso soy feminista. El feminismo, no huelga repetirlo, no es sufragismo, como la democracia no es sólo ejercicio comicial. Soy feminista precisamente porque serlo significa fidelidad a una lucha inconformista que busca realizar la democracia en mi país y en el mundo, como forma de vida, que no puede achicarse en la segregación entre lo público y lo privado. Ser feminista es para mí creer en que nuestra participación en la vida social, política y económica duplica porque 2 es el doble de 1 como afirmó Saint Simón, la capacidad de desarrollo de la sociedad, y completa lo reitera la ONU, el verdadero sentido, de la democracia. Como feminista, he participado en algunos hitos de una historia que estamos construyendo las mujeres dominicanas. Recuerdo con orgullo las conquistas de género que logramos un grupo de mujeres de filiación política variopinta nucleadas en la Comisión de Asesoras del Congreso, cuando Milagros Ortiz Bosch, entonces senadora, nos convocó en una estrategia sabia que dio a luz importantes modificaciones. Pero la historia no puede edificarse solo con leyes, decretos y resoluciones, inermes cuando un gobierno decide engavetarlos. Ahora, cerca de 20 años después de esos esfuerzos de solidaridad de género, ¿qué queda, qué tenemos, cuánto hemos avanzado en la equidad que es indispensable componente de la democracia? Si fuera pesimista, viendo las cifras escalofriantes de más 200 mujeres muertas en los últimos 10 meses por hombres que no aceptan que ejerzamos el elemental derecho de dejar de quererlos, respondería que hemos retrocedido en el imaginario de los varones dominicanos, que nos perciben seres inferiores como nos describieron Moebius y Schopenhawer. También me declararía en bancarrota moral leyendo de mujeres abusadas, calladas hasta el día en que la golpiza o las heridas las catapultan a un medio de comunicación, sin que encuentren Casas de Acogidas para impedir la agresión. ¿Dónde mirar, entonces, para mantenerse en vigilia, protestando contra la impunidad, la injusticia, clamando contra la violencia de género, contra el desprecio y el olvido en la praxis de las leyes que elaboramos hace 20 años en un paroxismo de esperanza? En un esfuerzo de mi voluntad feminista, me concentro en ejemplos de las que ya escribieron un pedazo de historia: Abigaíl Mejía, Mamá Tingó, Conina de Mainardi, y en la sangre que fluye perenne como espuela que penetra y que duele de las Hermanas Mirabal. Luego, miro hacia los barrios en que las mujeres anónimas se crecen en cada esquina, vendiendo frutas, friendo yaniqueques, con el miedo en el alma por los hijos que dejan solitos en la cuartería desvencijada. Mas allá, fuera de estas barriadas de miseria donde las mujeres son las pobres más pobres entre los pobres de la Madre Teresa, percibo las campesinas sin escuelas para sus hijos, que quizá no conozcan la ley que les otorga derecho a la parcelita que cultivan, agostándose en medio de un agro abandonado por el gobierno actual. Las de ayer me sirven de ejemplo y me estimulan. Las de hoy, me insuflan la confianza de creerme todavía necesaria, elevando mis rebeldías. Me comprometo a seguir estando junto a ellas, luchando. Donde no estuve, ni estoy, por supuesto es entre las Caminantes de la Marcha Contra la NO Violencia que encabezaron mujeres que deberían estar trabajando, y no marchando, por la causa de género. Con la excepción obligada de Minou, quien donde quiera que esté justifica su presencia, esa primera fila de mujeres bien vestidas y enjoyadas estaban en el sitio equivocado. Son funcionarias del gobierno; no les corresponde protestar ni clamar, denunciar mucho menos, sino actuar, responsabilizarse de sus instituciones y por lo tanto cumplir sus obligatorias intervenciones sociales. Quehaceres no les faltan. Maltratos y abusos son muchos, la violencia se combate con políticas públicas y no con el clientelismo que empapa y corrompe acciones del gobierno peledeísta del que ellas son representantes muy beneficiadas. En nombre de la verdad y de la ética, como feminista, dicto En Plural una sentencia: “Menos charlas, menos marchas, menos politiquería, y más resultados”. ¡A trabajar, señoras caminantes!

Tags relacionados