Cara alegre

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P. Gregorio MateuSanto Domingo

La cordialidad, la amabilidad y la ternura son como la lluvia que vitaliza y proporciona fecundidad a los prados de mi alma. Es bien cierto que el rostro positivo de la caridad es la amabilidad. Nos encontramos a menudo personas que caen siempre bien. Saben dibujar sonrisas agradables, dicen palabras amables, contemplan la vida con renovada ternura y están siempre dispuestas a dar una mano. Sé que hoy mismo podré disfrutar de la hospitalidad acogedora de personas encantadoras, que proyectan mensajes positivos, poniendo miel y azúcar a sus palabras, brindando cordialidad en sus gestos, ofreciendo lo que son y lo que tienen sin pedir nada a cambio. Cada día llegan a las playas de mi alma las olas suaves y delicadas de mil caricias que me proporcionan gozos intensos y me impulsan a seguir adelante. Mi Dios es amable, cercano, asequible, amigo, respetuoso y está siempre presente. Por ello, mi vida es una fiesta, aderezada con buenas compañías, saturada de felicidad. Mi tierra es linda, hermosa, acogedora, humilde, familiar. Mi gente y mis amigos son como un cielo repleto de quereres inacabables que me proporcionan luz y consuelo. Tengo que decirlo con todas mis fuerzas: Nunca me siento solo. Estoy rodeado de gente encantadora, me fascinan los campos sembrados, me sugieren ritmos de poesía los ojos de los niños, escucho el canto de los pájaros con agradecimiento, recibo el amor de mis familiares con el corazón abierto y, sobre todo, cierro los ojos y veo a mi buen Dios habitando en los recovecos profundos de mi alma enamorada. Claro que mi rostro tiene que expresar el gozo inmenso de un ser humano que tiene sueños de eternidad mientras goza de las dulces venturas de una vida que es un don, una tarea, un privilegio. ¿Qué más puedo pedir?

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