Yaqui, amigo mío, “el poeta eres tú”
Te conocí a finales de los años 60, en un recital poético en el paraninfo de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Recuerdo a la figura central de aquel evento, René del Risco Bermúdez, cuando leyó emocionado aquel texto dedicado al poeta haitiano Jacques Viau, que había caído luchando por la soberanía nacional dominicana en los días bravos de abril de 1965. Eran tiempos de destellos, de lucha “por el medio millón” para la Universidad (algo parecido a la jornada del cuatro por ciento para Educación, cuarenta y dos años después). Cuando más tarde murió René, todos nosotros sentimos, más que una pérdida de la literatura dominicana, la baja más sensible de una generación, que testimonió con su vida el amor a la justicia e ideales de redención social. Pero René era algo más. Era un símbolo de amor por toda la belleza del mundo, era un cantor espontáneo de una lírica sensible, era un artista, sus versos convertidos en canción, constituyen melodías del alto compendio amoroso, no sensiblero, sino exquisito. Días antes de su muerte estuvo conversando durante varias horas, con los poetas Norberto James, Andrés L. Mateo y quien escribe, precisamente frente al mar. Habló de sus éxitos pero a la vez de sus infinitas contrariedades. “Retho” era la más cualificada publicitaria del país porque tenía como creativo a René, a quien todos se disputaban, pero René, según nos contó aquella tarde, tenía la determinación de retirarse a escribir, dedicarse por entero al oficio literario (incluso nos comentó de una novela que había iniciado cuyo telón de fondo eran las postrimerías del “Trujillato”). Llegó más lejos, nos habló de Camilo Carrau, excelente publicista, el actor de la película dominicana “La Silla”, escrita por nuestro gran Franklin Domínguez, que tanto furor y aplausos cosechó a raíz del inicio de la vida democrática de la nación. René creyó haber encontrado en Carrau, a su virtual sustituto en Retho. En ese ejercicio contradictorio de su propia vida, René reafirmaba el valor fundacional de sus ideas, el itinerario de su propia historia y sus compromisos trascendentales. Tú, Yaqui, venías de luchas y formación social, hiciste cursos avanzados de la ideología demócrata cristiana, impartiste clases de publicidad en la Pontificia Universidad Católica Madre Y Maestra en Santiago, donde promoviste acciones culturales importantes y serviste de vocero de los alcances académicos de esa institución. Luego te integraste a trabajar en la UASD en un momento en el cual, nuestra Universidad era un foco de ideas avanzadas y pensamiento progresista. El día del recital donde te conocí, al finalizar, te vi marchar junto a René, conversando con él, e interpreté que de aquella relación familiar había una admiración ilimitada. Fue a ti, a quien correspondió sustituir a René del Risco y no a Carrau, y fuiste tú quien llenó las expectativas publicitarias del medio. Como si el ángel creador de René se hubiese apoderado de tu ingenio y capacidad. Ingenio y capacidad que tú tenías y de las cuales exhibiste un nuevo espacio creativo, sumado al indudable carisma y encantamiento de tu figura proyectada a los medios televisivos. René lo intentó en los primeros programas de “Sábado de Ronda”, donde incluso llegó a cantar, pero sus obligaciones y los límites de la época post guerra, así como su temperamento, se lo impidieron. Tu frase, de que improvisas las palabras pero no las ideas, delata tu convicción profunda en la elaboración del pensamiento crítico, en tu fijación conceptual. No es el movimiento rítmico de las palabras, ni el sentido sonoro de la locución, sino el motor estructural de las ideas, la base donde se organizan, la proyección justa de sus definiciones. El país, Yaqui, estuvo enamorado por décadas de tu imagen convertida en verbo encantado, tus composiciones fueron emblemáticas y fortalecieron la canción dominicana del amor. Fue como si la poesía sostenida en la lengua cotidiana de los quehaceres urbanos y vitales, adquiriera carta de ciudadanía, alto sentido de magnificencia y colorido. Maestro de ceremonia impecable, organizaste aquel inolvidable espectáculo: “Sonia canta poetas de la Patria”, cuya producción de ideas sigue siendo un referente de inigualable calidad artística, y junto a Freddy Beras Goico, en una mutual formidable, te adueñaste de la televisión dominicana. El día que presentamos la “Orquesta Sinfónica Nacional en mangas de camisas” para que cantara en el río Masacre, y la música proclamara la paz entre dos naciones y el respeto a sus identidades, tu voz entre alboradas y sueños reverdeció en el amor y en la amistad perdurable de los pueblos. Ahora, Yaqui, que has perdido provisionalmente la voz, la articulación de los sonidos, quiero decirte, que los hombres no somos puros ni perfectos, como dijo Martí, pero que, en el imaginario popular, en el inconsciente colectivo de la nación, en su memoria cultivada de afectos, en su facundia, en su labia estás tú, con personalidad propia, con presencia radiante, gran comunicador, con cierta aura delirante, de una voz que no dejará de hermosear la palabra y fundar la idea en el recuerdo, y además, Yaqui, porque te queremos, porque eres parte de nosotros y porque aprendimos de ti, a hablar con donaire y garbo, con compostura y galanura. Te lo juro, Yaqui, el poeta eres tú.
