Nuestra nueva justicia

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Silvio Herasme PeñaSanto Domingo

Vamos irremisiblemente hacia un nuevo concepto en la justicia dominicana, una etapa que podríamos definir de brilante, esplendorosa y única en los anales de la vida institucional del país. Inauguraremos el inicio de una etapa que debe ser luminosa, garantista y, en fin, esplendorosa, que cierra el paso a cualquier intento de “asalto aleve” de la constitucionalidad y equilibrio en el respeto a los distintos estamentos jurídicos del país. Pero ocurre que no estamos de fiesta como debería ser, las exigencias de unos y las justificaciones de otros están despojando a este momento estelar de su luminosidad. Del festejo que implica estar cabeza con cabeza con los países más admirados del mundo. Es la materialización de un sueño, del sueño de los Padres Fundadores que concibieron nuestra libertad, nuestra institucionalidad y adversaron con vigor todo intento de subterfugio encaminado a socavar la institucionalidad y el ejercicio pleno de la ley en nuestro país. ¡Al fin los conseguimos! Es lo que deberíamos estar diciendo y no postulando con la monserga de que “nos quieren engañar” o que alguien busca protegerse. Con ese nivel de institucionalidad creo que nuestros derechos inician una época dorada apenas soñada en el pasado y muy pobremente realizada en la práctica. Las autoridades actuales deben sentirse satisfechas ñmás allá de la chismografía- de la institución que toma vida entre nosotros. Estamos entrando en la época en que un ciudadano cuenta con un tribunal en donde podrá reclamar sus derechos si es que se siente agredido, discriminado o perjudicado por intereses espurios. Ahora puede acudir al ministerio público, pero esa autoridad adolece de limitaciones Vamos a contar con una nueva Suprema Corte de Justicia integrada ñ como está ahora- por doctos magistrados con menos cargas en sus hombros y por tanto con más tiempo para cumplir sus deberes. Y esperamos que las tantas querellas electorales que se producen con cada proceso electoral estén ahora mejor encaminadas y que el nuevo tribunal superior electoral se aboque a cumplir imparcialmente sus funciones. Tendremos las instituciones, pero siempre quedará el temor de que los incumbentes cumplan o no a cabalidad el espíritu deseado de la letra de la ley. Y que no nos surja de repente un “cruzado” que nos haga recordar las peores experiencias de “conchoprimismo”, en donde un déspota recibirá la ley, la sella y la firma y proclama: “Se acata pero no se cumple”. Los pesimistas siempre expresarán sus temores, sus descreimientos respecto a que este país pueda “darse el lujo” de tener leyes que se cumplan. Si todos fuéramos beatos no se necesitarían ni esas ni ninguna ley. Pero ocurre que desde que el mundo es mundo el ser humano ha fijado paraadigmas, ha estado plasmando ideales para construir una humanidad mas consciente, mejor preparada y dispuesta a respetar y hacer respetar la ley. Y seremos nosotros mismos, con la fuerza de nuestra vigilante civilidad que haremos de esos tres tribunales las herramientas idóneas que garanticen los derechos de todos y nos libren de un nuevo “Padre de la Patria” al estilo de la Era de 31 años. Exclamemos “¡albricias!” por la nueva legalidad y por la felicidad de que nuestra institucionalidad se galvaniza para regir el orden y la ley plenamente al finÖEs como ir en Metro.

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