¡Gracias Susana!

Cada proceso de una pérdida requiere atención amorosa. Por eso es el momento de abrir nuestra mente y corazón al amor reconfortante de Dios, y será nuestro consuelo dándonos el valor para superar esta fuerte experiencia. Fuiste un ser único, una guía para mí, me enseñaste a desarrollar habilidades técnicas. Te conocí por los año ‘80, cubriendo actividades que me tocaba dirigir desde la posición que ocupaba, pero cuando la vida me llevó a estar de tu lado como periodista, me acogiste, dándome consejos y pláticas de cómo hacer una verdadera crónica social sin notas. Me enseñaste a “observar” y “qué debía destacar”. Gracias Susi, como algunos de tus más cercanos te llamábamos. En las actividades, cuando me alcanzabas a ver, se te iluminaban los ojos, exclamando ¡llegó la mía! Nos sentábamos juntas y allí empezaban nuestras pláticas. Muchas veces hacíamos el recorrido por las actividades juntas, convirtiéndome en una de tus alas, ¡distinguida mariposa de la crónica social!, honrándome siempre en tu columna escribiendo sobre las cualidades y virtudes que tú, solamente tú veías en mí. Susi, por el entusiasmo y amor que ponías en cada crónica, por el amor y empeño al recorrer las calles en cada actividad, siempre te recordaré, por honesta, leal, dejándonos un legado de trabajo incansable de amor a nuestra profesión. Lucharé porque se mantenga la ética dentro de la misma, para que no se contamine. ¡Te lo debo Susi!. Recuerdo últimamente que cuando llegábamos a una de las actividades y alcanzabas a ver un piano me decías: Mirna, llévame al piano; inmediatamente te ponías a tocar la canción de Alejandro Sanz, “Corazón partío”. Yo me dedicaba hacerte el coro, fíjate qué mutual. Siempre te recordaré. Hasta siempre Susi.

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