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La vuelta al campo

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Hugo Guiliani CurySanto Domingo

Lamentablemente lo que se hizo durante las décadas siguientes fue lo contrario a lo que planteó mi padre y lo ocurrido fue lo que pronosticó. La reforma agraria fracasó y los recursos fi scales se destinaron principalmente hacia la ciudad capital. Los resultados de eso es lo que hoy tenemos, una ciudad capital invivible y nuestros campos abandonados. Varias décadas después y no siendo ya Presidente, converse con el Dr. Balaguer sobre esos temas y cuando aborde el tema del crecimiento desorganizado de Santo Domingo, recuerdo que me dijo algo así: “Y ahora además la están afeando con esos Horribles Elevados”. El Dr. Balaguer estaba muy consciente de esos errores y esa es una de las razones por la cual a veces no soy capaz de poder comprender sus actuaciones. Traigo a colación aquellos tiempos para que pensemos en los errores cometidos y la necesidad de reformular nuestras políticas. En estos tiempos de globalización estamos siendo afectados por una crisis económica a nivel mundial. La escasez alimentaria ha surgido con enormes alzas en los precios de los bienes agrícolas. Eso ha traído el que numerosos países estén adoptando políticas agrícolas para que sus poblaciones tengan seguridad alimentaria en su futuro. Esto nos debe servir de lección y mucho más a quienes en una forma u otra fuimos hacedores de políticas que provocaron el abandono del sector agrícola. Muchas de esas políticas eran importadas y no respondían a nuestras realidades ni necesidades y ello dio lugar a la concentración de recursos en algunos de los centros urbanos del país. El sector agrícola y las zonas rurales han sido los más perjudicados por las políticas económicas que hemos implementado. Nuestros países deben en cierto modo retomar políticas que logren incentivar la producción agrícola. En esa forma corregiremos errores pasados y quizás provoquemos un regreso al campo. Esas acciones deben ser orientadas a promover la producción agrícola exportable y los bienes prioritarios para el consumo interno. De esa manera generaremos nuevas exportaciones, sustituiremos importaciones e iremos asegurando la futura seguridad alimentaria del país. Conjuntamente a eso, debemos revalorizar al sector agrícola mejorando las condiciones de vida existentes de nuestros campesinos y de las zonas rurales. Eso es posible pero exige tener planes de largo plazo y de mucha voluntad política pues en el corto plazo no se tendrán resultados. Los bienes agrícolas en este mundo globalizado tienen y tendrán una alta demanda a nivel mundial así como en el mercado local. Esa demanda ha dado lugar a los altos precios que hoy ellos tienen y lo cual hace esa actividad rentable y duradera. Es cuestión de saber dar forma a políticas agrícolas que sean coherentes y viables para lograr producir con costos bajos y tecnologías modernas. En un proceso de esa naturaleza debemos capacitar a nuestros agricultores para que la actividad agrícola sea competitiva y se maneje como una empresa. Paralelamente a eso debemos construir comunidades agrícolas que posean facilidades y servicios que les permita a nuestros agricultores tener una vida adecuada. Hacer eso es una forma de distribuir el ingreso nacional y descentralizar la actividad económica. Esto a su vez reduciría el movimiento de personas desde el campo hacia las zonas urbanas y quizás alentaría un proceso de regreso hacia el campo. Pero para obtener esos objetivos es necesario también implementar políticas de desarrollo territorial. Esas políticas identifi carían las zonas con condiciones productivas de acuerdo a las prioridades alimentarias que el país se haya trazado. En ellas se crearían las condiciones y la infraestructura necesaria para estimular las vocaciones productivas de sus habitantes mediante sistemas de apoyo en lo fi nanciero, técnico y humano. En esta forma se crearía un entorno productivo en el aspecto agrícola que valorice el territorio y su calidad de vida, lo que evitaría la migración hacia las grandes ciudades. Tendríamos también que lograr cambios en las políticas monetarias, fi scales y de precios. Es decir que estas en cierto sentido también deben dar una vuelta al pasado. Por ello la política monetaria tendría que diseñar nuevos mecanismos para que el sector fi nanciero preste a los sectores productivos entre ellos al sector agrícola en función a las divisiones territoriales y a las prioridades alimentarias que tenga el país. Mientras que la política fi scal debería eliminar las cargas impositivas que afectan a ese sector. Esto aunado a una política de precios que busque lograr precios correctos para los bienes agrícolas, serían acciones que darían un giro total a la situación actual del sector. En la actualidad no tenemos una política agrícola destinada a producir lo que hoy consumimos y mucho menos a tratar de lograr nuestra seguridad alimentaria futura. Es penoso que gran parte de las escasas divisas que poseemos sean utilizadas para importar productos agrícolas que podemos producir. Nuestras políticas económicas privilegian el consumo y a los sectores urbanos. Un simple ejemplo lo demuestra: Para comprar un automóvil hay crédito bancario pero para producir plátanos y café es imposible obtener fi nanciamiento. Esas son las políticas que con el transcurrir del tiempo han dado lugar al éxodo poblacional desde el campo hacia la ciudad. Es por ello que la actividad agrícola ha ido desapareciendo y que los hijos de esos agricultores se hayan desplazado hacia las ciudades. Ahora viven peor que antes en barrios marginados llenos de basura, sin agua y con luz eléctrica escasa y robada. Pero lo peor es que el concepto de la familia también lo han perdido. Ya no tenemos agricultores que en aquel entonces podrían ser pobres pero vivían dentro de un sano núcleo familiar y donde la honestidad y el trabajo era lo común y no la excepción. Ahora lo que tenemos en las ciudades y sus barrios son muchos vagos, delincuentes, drogas, violencia y donde se ha perdido el sentido de la unidad familiar. En fi n debemos hacer cambios drásticos para mejorar nuestra economía y sociedad. Eso es posible pero para ello debe existir una verdadera voluntad de nuestro liderazgo político y económico. Esa voluntad si se traduce en verdaderas y reales acciones que estimulen la producción agrícola y mejoren las condiciones de vida del sector rural, nos haría volver al campo. Eso solo sería un gran logro pues daría un mayor equilibrio social y económico a toda la sociedad dominicana. Y ese ejemplo lo tuvimos en los antiguos bateyes de los ingenios azucareros.

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