FIGURAS DE ESTE MUNDO
Pedro en Pentecostés
En un episodio de la vida pública de Jesús, entre tantos que vivió con sus discípulos, Pedro le confesó: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. A lo que el Maestro respondió: “Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no la dominarán. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos, y todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos”. Sin duda el mismo Cristo es la “roca”, el fundamento de la iglesia, ¡pues no hay otro! Pero a todas luces Pedro estaba destinado a iniciar y dirigir el primer grupo cristiano. En efecto, la venida del Espíritu Santo en el día de Pentecostés señala el nacimiento de la iglesia de Cristo. Ese domingo los discípulos estaban reunidos cuando, de repente, sonó un estruendo como de un viento recio que bajó del cielo, y diversas lenguas, como de fuego, se posaron sobre cada uno de ellos. En seguida, se manifestó lo esencial: “Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablaran”. Entonces Pedro pronunció un fervoroso discurso concebido para estimular a sus oyentes a que abrazaran la fe de Cristo y se unieran a su iglesia. Recordaba la crucifixión de Jesús, su resurrección de los muertos por el poder de Dios y su exaltación a la diestra del Padre. Para concluir, hizo un llamado al arrepentimiento: “Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo”. El resultado glorioso fue que tres mil almas aceptaron a Jesús. Fue el primer día en la historia de la iglesia cristiana.