El turno del campo
Enroscados en el absurdo, algunos políticos dominicanos tienen la obsesión de colmar de promesas al campo, incluso habiendo perdido aquella “adhesión inquebrantable” que le mostraran en tiempos pasados. Aún queda el regusto amargo en el paladar de todos los dominicanos de aquel agraz período en que se paró el progreso. Es decir, que aquel fracaso representa una advertencia a la ciudadanía y en especial a los agricultores, y todavía más seriamente a los que desean ejercer el poder. Muchos han sido los problemas económicos, sociales, nacionales, políticos y sobre todo humanos, agravados en esas gestiones. Problemas conocidos pero no comprendidos aparentemente en la orientación a los ciudadanos de las zonas rurales. El sector agropecuario espectacularmente fallido dejado como herencia, cuya desmoralización general sufrida en el pasado reciente quieren hacernos parecer que ha sido “olvidada por un supuesto desánimo y pérdida del sentido ético, o la frustración y apatía generalizada a consecuencia del descuido gubernamental”, le ha llegado la hora de asumir responsabilidades colectivas por su peso económico y político. Pocos son los sub sectores que no muestran un dinamismo espectacular en su comportamiento: vegetales de estación, los bananos, pollos. Pero este crecimiento lo tenemos en leche, plátano, yuca, batata, papa, arroz (autosuficientes en los últimos años); asimismo vegetales orientales, frutas (mangos y aguacates), cacao, café, azúcar, puros (tabaco). Todos los vegetales frescos que consumen turistas y dominicanos, prácticamente en su gran mayoría se producen localmente. Claro, hay importaciones sujetas a acuerdos de libre comercio que no pueden ser obstruidas (incluso contingentes o cuotas sin aranceles). Risible, por no decir frustratorio es que hay sectores políticos que abrigan dudas de estos progresos con un rechazo explícito. Ignorar totalmente la realidad objetiva para pretender erigirse en defensores del sector, es lo que nos induce a tener que hacer una inversión del afectivo lema actual por el de “llegó p’atrá”, pues la desagradable comprobación nos la da la inestabilidad y desconfianza económicas como aportación negativa de aquel nunca bien denunciado período. Basta con mirar la apariencia de los productores, observar sus rostros, ver cómo van vestidos, cómo están alojados, en qué condiciones trabajan, para convencerse de que todo ello se parece a una existencia digna del hombre del campo. No es una ilusión, sino la constatación del éxito, de la realidad y no la utopía y la mentira de la promesa manía. Y no es que todo es un paraíso, pero no es el sector agropecuario desesperanzado. Hoy contribuye al crecimiento de la economía, al aspecto social, acumulación de capital económico y humano; con innovación tecnológica; más amigable con el medio ambiente y menos desigualdades. ¿Cuáles acciones hacia el sector han contribuido con ello? Las inversiones del sector público y privado; implementación de programas como el PATCA con apoyo a la adopción de tecnologías, sanidad e inocuidad; Mejoramiento del sistema de secado y fermentación del cacao, nuevas variedades arroceras. Se han introducido nuevos modelos productivos; embalaje, reglas de origen, auditorias a las buenas prácticas (cultivo, cosecha, manufactura, etc.). Este año se inicia un nuevo PATCA (200 millones de dólares) y los programas Pro-Rural Oeste y Pro-Rural Este del Fondo Internacional de Desarrollo Agropecuario que incorporarán 30 mil productores carenciados. Algunos críticos se alarman si la producción representa un 8% del PIB nacional, sin embargo, Argentina (7%), Chile (8%), México (5%) y Brasil (8%), simplemente porque la diversificación de la producción de bienes y servicios crece más rápido en otros sectores económicos que la agropecuaria. Los países más desarrollados tienen un aporte por debajo del 4%. ¿República Dominicana está condicionada a aceptar el mal? La experiencia pasada debería alertar a los productores agropecuarios ñquebraron trabajando- porque “la complacencia con el mal nunca ha obligado al mal a retirarse”, nos dice Václav Havel, ex presidente de la República Checa. Es cuanto.