Las columnas del crecimiento económico

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Carlos Morales TroncosoSanto Domingo

República Dominicana, a pesar de la estabilidad de su economía, como consecuencia directa de factores internos y exógenos, se encuentra frente a una encrucijada económica. Del libro de los Proverbios leemos: “La Sabiduría ha construido su casa, para lo cual levantó sus siete columnas”. De esa misma manera, creemos que hay siete caminos identificados sobre los cuales debe sustentarse nuestra economía. El primero de ellos sería nuestra capacidad emprendedora, aunque a menudo pensamos que el gobierno por sí solo va a resolver todos los problemas del país. Ciertamente el gobierno, en el cumplimiento de su deber, siempre será un factor determinante para promover el crecimiento y el desarrollo de la nación. Pero así como debe y puede ser un catalizador, también puede devenir en un serio impedimento para lograr esos objetivos, cuando no en un patente obstáculo, como ha sido el caso en el sector eléctrico. A nuestra manera de ver el verdadero motor impulsador de la creación y de la expansión del empleo a corto, mediano y largo plazo en nuestro país, es el sector privado, desde los pequeños empresarios hasta las grandes corporaciones. Necesitamos convertirnos en una sociedad en la que cada persona que lo desee pueda iniciar y mantener su propia empresa, disponiendo de recursos garantizados para ese propósito. Ese espíritu emprendedor que tantos dominicanos han llevado y exhibido con éxito en los Estados Unidos y en otras naciones, debe ser utilizado en el país para fomentar la creación de empleos y de riqueza. El segundo camino estaría en impulsar nuestra capacidad innovadora ante los incentivos. Usualmente, los incentivos que brinda el Estado a nuestros empresarios los ofrece envueltos en una madeja de múltiples pasos e interminables y complejos trámites burocráticos. Diríamos, como en una especie de axioma económico, que dondequiera que se sustituyen los usualmente intrincados trámites burocráticos por verdaderos incentivos económicos para ser utilizados en procesos innovadores, se crean fuentes de trabajo. El Banco Mundial, en un reporte del año 2008 establece que las reformas básicas necesarias para hacer más fácil y fluido el proceso para iniciar cualquier negocio incluyen: reducir el capital mínimo requerido e introducir “una sola ventana” para todos los trámites burocráticos, homogeneizar los documentos necesarios y permitir llenar los mismos por medios electrónicos. En el índice de libertad económica correspondiente al año 2011 publicado por la Fundación Heritage a la República Dominicana se le sitúa en la posición número 90 de los 179 países que fueron analizados. De acuerdo a esa publicación, esa ubicación nos coloca en el área fronteriza entre los países “moderadamente libres” y los “mayormente no libres”. Como país con grandes posibilidades de recuperación, es obvio que debemos y podemos mejorar esa clasificación. El tercer camino lo constituiría la productividad. Cada país emergente debe aumentar dramáticamente su capacidad productiva si desea realmente acelerar su crecimiento y desarrollo. Este incremento en la productividad ha sido factor determinante en el desarrollo económico de Turquía y de Corea del Sur en la última década, para solo citar dos ejemplos, donde la competencia educativa ha sido por igual otro factor determinante. Dado que las economías emergentes se han caracterizado tradicionalmente por una baja productividad, siempre hay espacio para mejorar. Como una de ellas, el crecimiento deseado en la productividad de nuestros trabajadores debe ser de un 5%. Asimismo, las estadísticas recientes de la Conference Board de los Estados Unidos, entidad independiente que provee datos a sus asociados y a todas las personas interesadas en materia económica, revelaron que “La China y la India son las economías más grandes y dinámicas en lo concerniente a la productividad, situándose en un 8.7% y en un 5.4% respectivamente en el año 2010”. Brasil encabeza la lista en Latinoamérica en desarrollo económico, como consecuencia de que su productividad alcanzó el 4.0% en el año 2010, comparado con el de toda la región, que solo alcanzó el 3.2%. Por lo expresado en el párrafo anterior, una alta productividad es esencial no solo para el desarrollo macroeconómico sino que es elemento fundamental en el crecimiento del ingreso personal disponible, así como para mejorar la calidad de vida. Una mayor productividad significa que los trabajadores tienen a su alcance los implementos necesarios para ejecutar su labor de manera eficiente, y para asegurar los ingresos que recompensan a ese trabajo bien realizado. El cuarto camino lo representaría el “valor compartido”; es decir, el fortalecimiento del trabajo individual o el de una empresa no ocurre de manera aislada. El crecimiento económico como factor de desarrollo necesita examinar no solo el impacto directo sobre una empresa, sino los efectos más amplios y generalizados que el mismo tiene en la sociedad. El hecho de no tomar en consideración esta variable puede generar consecuencias muy negativas, como el desastre experimentado el año pasado por el incendio en el pozo petrolero marítimo operado por BP en el Golfo de México. El experto en desarrollo Michael Porter, en un artículo publicado recientemente en la revista Harvard Business Review, expresa que, el concepto de valor compartidoÖ reconoce que las necesidades sociales, no solo las necesidades económicas convencionales, definen el mercadoÖ Y que el tomar en consideración los daños y los constreñimientos sociales no necesariamente aumenta los costos para las empresas, porque ellas pueden innovar mediante el uso de nuevas tecnologías nuevos métodos de operación y formas de administración alternas, obteniendo al implementar las mismas un aumento en su productividad y una expansión en sus mercados”. El quinto camino lo constituiría el auspicio de los Cluster. En el artículo antes mencionado, Michael Porter habla a favor de permitir “el surgimiento de clusters para el desarrollo” en diversas localidades, refiriéndose a la concentración geográfica de empresas conexas, dado que se crea una sinergia económica al tener a los suplidores, a las instituciones educativas y a los servicios de transporte en un mismo lugar, lo que hace más eficiente el desarrollo económico. Podemos ver con claridad la manera en que operan los grandes grupos corporativos en el Silicon Valley de los Estados Unidos y en los países emergentes en lugares como Bangalore, en la India, y la manera en que los mismos se han logrado convertir en grandes centros para la información tecnológica y para la biotecnología, mientras auspician y mantienen, al mismo tiempo, un sólido sector comercial y manufacturero. Para poder obtener el mayor provecho de los “clusters” se necesita una estrecha conexión entre los programas educativos y de entrenamiento para los trabajadores. Este agrupamiento o “clustering” no solo es importante para el crecimiento económico de las economías nacionales sino que es vital para el crecimiento y el desarrollo económico de las comunidades. El sexto camino correspondería al área del mercadeo. El desarrollo económico es impulsado por las ventas. Los productos no se venden por sí mismos. Es por ello que la República Dominicana ha sido afortunada por haber podido encontrar nuevos mercados para nuestros productos agrícolas, aun cuando la producción de las zonas francas ha sido mermada por la competencia. Si estamos tratando de vender la belleza incomparable de nuestras playas y la excelencia de nuestro guineo orgánico, tenemos que dar a conocer también nuestra historia y promover nuestros recursos naturales. Necesitamos, en consecuencia, mercadear con éxito nuestros productos y exhibir nuestra calidad. Tenemos que tener nuestro propio “Juan Valdez”, historia cierta o no que ha sido tan exitosa en pregonar las exportaciones colombianas de café. El séptimo y último camino en el que debemos fundamentar nuestra economía consistiría en lograr que ésta sea sostenible. Todo lo que hagamos para expandir, promover y aumentar el desarrollo económico en la República Dominicana debe tener este objetivo como acción primaria. No podemos desperdiciar nuestros recursos. Las industrias que son altamente dependientes del precio del petróleo, por ejemplo, pueden no ser sostenibles. Por otra parte sabemos que sin importar los cambios que esperan a nuestra economía en lo que resta de siglo, los dominicanos tenemos que comer, al igual que nuestros socios en el intercambio comercial. Descuidamos y desatendemos nuestro sector agrícola incurriendo en un grave error. Para hacer nuestro desarrollo verdaderamente sostenible, necesitamos que las empresas y el gobierno se manejen de una manera fiscalmente sostenible. Igualmente, se requiere un sistema financiero que pueda proveer financiamiento a tasas razonables. Y se necesita una economía que inspire confianza a los mercados internacionales, al tiempo de respetar nuestras comunidades y al medioambiente. Ahora bien el desarrollo económico de nuestra nación no debe ser compromiso exclusivo de un partido o de la administración de un período de gobierno en particular. Es el legado de nuestros Padres Fundadores, por lo que su preservación y engrandecimiento es obligación de todos. Con uno de cada cuatro residentes del Caribe la República Dominicana necesita convertirse en el motor que impulse el crecimiento regional. Nuestra población crece rápidamente, por lo que nuestra economía debe crecer con mayor rapidez para que baje el desempleo y se expanda la tasa de empleo productivo. Para construir con sentido práctico estos siete caminos en los que visualizamos nuestro crecimiento económico necesitamos una cooperación fluida y concentrada, con responsabilidad compartida entre el sector público y el privado. Ese es el reto que tenemos por delante los dominicanos. Sumemos voluntades a él por el bien de la nación. El autor es ministro de Relaciones Exterioresde República Dominicana.

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