Hipólito Mejía y los cazadores de brujas
Algo como “Euclides Gutiérrez es mi canchanchán, no lo someteré a la justicia” afirmó y sobre él cayó, cual plaga de langostas, la desprestigiada red mediática que tan cercana anduvo de los responsables de la mayor estafa de la historia nacional: las fraudulentas quiebras financieras. Unidos ahora al probable candidato del partido oficial, es natural que hagan de una afirmación tan realista, una tragedia apocalíptica. Las afirmaciones radicalmente leonelistas atribuidas a Euclides Gutiérrez Félix en los linderos de su partido parecen haberlo puesto en la sartén de algún proyecto político cuyos familiares andan diciendo en los talleres de los artistas que al mandatario lo meterán preso. Al escuchar algo así, en un espacio que no le pertenece, el prudente se levanta, rezonga, escupe el piso y sale. No participará de tan temerario y desaguisado propósito. El Presidente de la República, según se lo confiere el artículo 128 de la Constitución, dirige la política del gobierno. Si él entiende necesario perseguir corruptos y delincuentes, lo decreta o manda y punto. Según el acápite “b” de ese artículo no sólo promulga y hace publicar las leyes y resoluciones del Congreso Nacional, debe “cuidar de su fiel ejecución”. Diga o no diga, al respecto, ¡Gloria! o pío. Someter a alguien es reclamarle que explique en justicia un acto demostrable, reñido con las leyes. Con un consultor jurídico actuando por él y un DPCA (prevención de la corrupción administrativa) dependiendo de éste, que acopia y nutre a la Fiscalía, es de idiotas afirmar que la Presidencia de la República carece de capacidad de acusar y someter a los corruptos. Ir donde don Hipólito Mejía, candidato oficial del PRD, y preguntarle si encarcelaría a Gutiérrez Félix era, obviamente, una encerrona. Vi la reacción del candidato del PRD varias veces y estudié sus gestos. El primero fue de sorpresa; el segundo pareció que derivaría en confrontación con el periodista, para “ponerlo en su sitio” como habría hecho el Hipólito de antes, por haber nombrado, porque hacía la pregunta y sugería la respuesta a un político de primer orden. Pero el candidato del PRD, hábil y ágil superó esas pulsiones en un acto de manejo de la conducta por la voluntad y la consciencia. En un segundo escaneó al “comunicador” y evadió el “gancho” con el ingenio y la sagacidad que lo caracterizan. Veamos: 1. respetando a Gutiérrez Feliz, un funcionario del gobierno y miembro prominente del CC del PLD; 2. desvinculándose de lo que de Gutiérrez Félix se ha estado diciendo y escribiendo, en lo que se empaqueta un mensaje inaccesible al pelagatismo; y 3ro. dejando claro que no propiciará la persecución de sus amigos. A una respuesta así hay que reconocerle sagacidad e inteligencia. Que un candidato presidencial declare: “De ganar, perseguiré a mis amigos corruptos”, sería el peor de los errores políticos. El detonante de una soledad irremediable. Más aún para uno como don Hipólito, con enconados enemigos en la prensa, por razones obvias: a) a ella fue a parar mucho del dinero procedente de las quiebras financieras fraudulentas que él enfrentó con responsabilidad, gallardía y entereza; y b) allí están ellos porque las estaciones pasaron a manos del gobierno y, de éste, ¿al probable candidato, junto a los “2 millones” de firmas, “simpatías” por la 1ra. Dama incluidas? El modo de explotar esta respuesta advierte al PRD lo que prepara ese grupo. Aunque lo bueno es que proclamaron ¡Estamos en la olla de grillos, tronando! El derecho a hablar en radio y TV, a escribir en los diarios, no puede ser privilegio derivado de canonjías políticas, ni herencias mediáticas y consanguíneas, ni de constituirse en cazadores de brujas o francotiradores contra o a favor de tales o cuales proyectos. Si es ético, parte de una consciencia propia, que sólo revolotea alrededor del interés de las mayorías. Ejercer ese oficio obliga a una reputación intachable. Especialmente a no padecer esas secuelas en el habla y las conductas que el consumo de estupefacientes imprime en sus consumidores. Quien quiera perseguir y someter funcionarios del presente o pasado gobierno, canchanchanes o no del Ing. Hipólito Mejía o Leonel Fernández, está en su deber y derecho. Ante pruebas irrebatibles, el gobierno y el sistema judicial, también. Como ventaja marginal, enriquecerán a los abogados-políticos. Mejía nombró uno que para él es corrupto, lo pronunció claro y fuerte. Se sabe que no son todos los que están ni están todos los que son. Hay algunos cuyos actos los autorizan a dar cátedras de moralidad y civismo. Los dominicanos de bien conocemos sus nombres y los respetamos. Otros, vestidos con arte, sapiencia o aguaje, avergüenzan. ¿Quién mejor que un ex presidente informado al detalle puede saber en qué cueva pernoctan los corruptos? Mucho más si están dopados. Más aún si “son” periodistas.
