¿Miopía política?
Parece que en los últimos tiempos de vida política en el país uno de los “negocios mas prósperos” es el de la venta de ilusiones. Se le venden ilusiones a personajes que por circunstancias existenciales han caído en posiciones públicas de alguna relevancia, y se le quiere convertir en lo que nunca han sido: “Un líder”. La definición de “líder” ni siquiera tenemos que explicarla: Solo echando un vistazo a Bosch, Balaguer, Peña Gómez y Majluta, usted lo entendería. Al menos si usted mira con ojos sinceros. Esos señores ni debieron invertir un solo centavo para promoverse en favor de crear una imágen respetable ante la opinion pública. Esa imagen les vino como resultado de sus aportes e ideas sobre cómo resolver el problema de crecimiento de la sociedad dominicana, fueran reales o no, pero el público los percibió con tiempo muy anterior al momento de solicitar un voto a nadie. Ellos hicieron aportes que conectaban con las preocupaciones de las gentes, o del pueblo, como se suele decir, quedaron siendo respetados por la sociedad. Usted nunca se imaginaría a Bosch, Balaguer y hasta Peña Gómez en conciliábulos con “un alegado cientista social” que se describe a sí mismo con el mote de “gurú”, constructor de imágen de figuras presidenciables. Muchos se dejan engatusar y recurren a un clientelismo salvaje sobretodo si los recursos aportados para pagar la elaboración de esa “imagen” no proceden de arcas personales, o de grupos de interés, sino de la ubre de la vaca nacional. ¡Qué fácil!... eh?. Hay personas que consideran que el “liderazgo” es como untarse un colágeno en un hermoso y sonriente rostro y que el resto lo ponen la “cháchara” y las olas de motoconchos alquilados para el efecto. No, un liderazgo que pretenda permanecer sirviendo los intereses de una sociedad determinada se toma un tiempo crearlo con responsabilidad. Debe acreditarse en los centros de opinión y crear una empatía que inspire la confianza de los ciudadanos. Los liderazgos fulgurantes, surgidos del quiebre de la sociedad, como el de Caamaño en 1965, surge como un volcán para levantar una muralla de autenticidad ñdignidad y patriotismo- en favor de una causa de grave reacción de la nación, pero esos son los más difíciles. Y sin tener que llegar a ese extremo de defensa de la República misma, otras principalías son propias del trabajo constante y de la organización consciente, objetivo claro y tiempo, reitero eso del tiempo. El retiro constitucional del presidente Leonel Fernández abre la puerta de la institucionalidad democrática en el país. Ese objetivo preclaro que tanto hemos añorado. Se pensaba como natural el regreso de Leonel en el 2004, se pensó que el nuevo liderazgo peledeísta se encargaría de ese año en adelante. Pero para mal de muchos, el presidente quiso alargar su permanencia en el poder y creó fricciones que aún hoy se observan sus consecuencias. Ojalá que el continuismo disfrazado no desequilibre lo que es una candidatura madura y sólida que convence a todo el mundo de que es la opción apropiada y ahora por solo cuatro años. El acto del sábado anterior al de ayer, probó los resultados de un trabajo largo y consciente y un liderazgo maduro, responsablemente al día de los problemas que abaten al país y con la conciencia clara para buscarle las respuestas apropiadas, para cuatro años solamente. La no reelección preserva los fondos públicos de que el Estado sea utilizado como plataforma y cargue con los gastos clientelistas. Ahora, eso nos parece una grave miopía política que solo puede amargar el ambiente nacional. Para juzgar esa ficción de liderazgos surgido a la carrera, y puestos en la carretera del poder por razones de moda solo podemos utilizar aquella frase impactante del antiguo director del Listín Dario don Rafael Herrera: “Dejémonos de vaqueradas”. No seamos “miopes”, por favor, respetemos a este pobre país que precisa desesperadamente de mejor suerte.

