El Presidente y la prensa dominicana
¿Por qué razón el presidente de la República, doctor Leonel Fernández, no ofrece declaraciones a los reporteros que cubren los actos de la Presidencia? Nadie parece tener una respuesta clara sobre este fenómeno inusitado en un país democrático en donde se ejerce abiertamente la libertad de expresión. Al menos no creo que exista un registro confiable en ese sentido. Casi todos los presidentes dominicanos han sido bastante abiertos a la prensa nacional, y el doctor Balaguer no fue una excepción ya que todos los miércoles –durante años cuando se dirigía a presidir la llamada Comisión Nacional de Desarrollo- los periodistas aprovechábamos para hacerle cuantas preguntas quisiéramos. Nunca se negó a una respuesta. Don Antonio Guzmán, presidente de 1978-1992, también fue completamente asequible, especialmente cuando los periodistas lo abordaban al final de cualquier acto. A mi parecer creo que sería el doctor Salvador Jorge Blanco, jefe del estado de 1982-1986, el más parco en cuanto a declarar a la prensa, pero en ningún caso nada parecido a lo que ahora preocupa a los reporteros y a todos los hombres de la clase. Tras el suicidio de don Antonio al licenciado Jacobo Majluta, en su condición de vicepresidente, le correspondió gobernar al país durante 40 días y en ese convulso lapso fue bastante abierto. Al menos no creo que haya alguna negativa para responder a la prensa. Y recordemos el ejercicio de Hipólito cuando los periodistas le aconsejamos al entonces jefe del Estado que no hablara todo los días y a todas horas. En su primer período al doctor Leonel Fernández se le consideró un comunicador, siendo profesor de la escuela de Periodismo de la UASD y, por tanto, un hombre de la prensa. Realmente resulta chocante la denuncia de que el doctor Fernández responde con un lacónico “dejémoslo ahí” todo intento de aproximación de los reporteros. Primero porque el jefe del Estado tiene entre sus deberes responder y aclarar su ejercicio gubernamental a la opinion pública. Y como no es hábito que el presidente en República Dominicana llame a los periódicos o envíe cartas, lo natural y lo que se estila, es que el reportero tenga acceso al jefe del Estado y pueda consguir lo que en la profesión llamamos “una primicia”, o “un palo”. Si se trata de periodistas auténticos –independientes y conscientes de su labor profesional-, nada es más reconfortante que “un palo” con el presidente, o una primicia. Una fuente que languidece, que no satisface las inquietudes de los reporteros, resulta estéril y normalmente los buenos periodistas piden su relevo. Rdo lo hice yo en 1970 cuando cubría a Bosch como fuente, tras su regreso al país. Creo que la prensa dominicana se ha transformado por la tecnología y por las urgencias profesionales y salariales de los reporteros, pero no creo que esa sea una buena razón para que el jefe del Estado –hombre educado y conocedor de los medios- se niegue a hablar con los periodistas. Su hastío debe tener otro orígen y no puede atribuirse a aquel criterio expresado por el jefe del Estado cuando se le reclamaba que accediera a un debate en pleno período electoral y expresó que en el país no había personas “con quien debatir”. Los reporteros en este y en cualquier otro pais no tienen como función debatir, sino averiguar hechos acudiendo a la fuente original. Es lo que han dicho siempre todos los textos profesionales. En sus tiempos de reportero el ex corneta del ejército norteamericano, enganchado a periodista míster Joseph Pulitzer, luego dueño del San Louis Post Dispatch, se regocijaba de que el periodismo era un trabajo que se realizaba “haciendo preguntas”. “Imagínese –dijo- que a usted le pagan para hacer preguntas”. ¿Que teme –qué puede temer- el presidente de la República de los reporteros dominicanos?”. Personalmente creo que nada hasta donde uno sabe. Se ha dicho que el doctor Fernández prefiere hablar con la prensa extranjera –y ya sabemos que sus escasas reuniones con la prensa nacional son muy limitadas- lo que preocupa a todo aquel que entienda cuál es el papel de la prensa en una sociedad cualquiera, incluyendo la nuestra. Este asunto no debe llegar a encono, y alguien próximo al doctor Fernández, debe observarle la necesidad de que esta queja se subsane para beneficio suyo, de la prensa nacional y de un ambiente distendido y de comprensión entre gobernadosy gobernantes utilizando el tradicional lazo de contacto que es la prensa. Ya es tiempo de superar las amarguras mútuas.