SONDEO
Sobre el café Mejía-Hatuey
La visita de Hipólito a la funeraria para cumplir con Hatuey en ocasión de la muerte de su madre doña Orfelina, sin duda que abrió una ventana de distensión en las intrincadas relaciones que caracterizaba a las dos figuras de la política criolla. Uno que otro familiar o colaborador que se resistía a acercarse recibió la sugerencia de De Camps de que saludara al ex gobernante, lo que fue cumplido, procediendo Mejía a prodigar afectos y estrechar manos, como en los mejores tiempos, en su estilo acostumbrado. (Yo, entruñado con él porque me falló y le falló a su partido y al país en forma nunca esperada, me quedé en el fondo indiferente, pero allá fue él, con seriedad y respeto que le agradezco, a saludarme y preguntarme por mi Loma de Ocoa, como si ningún “cortocircuito” hubiera pasado nunca entre ambos. En verdad, creo que el no ser rencoroso y hasta manejarse como animal político le ayudan mucho, frente a desaciertos y al estilo informal que le acompañan). Con la brecha que dejó abierta durante la visita referida, a Hipólito no le era difícil enviar a Johnny Morales como intermediario con un mensaje concreto expresando a Hatuey el deseo de que ambos se reencontraran. De la reunión en la Max Henríquez Ureña, con la presencia de Rafael Gamundi Cordero, el empresario Morales se fue con la misión cumplida y dejando, en gran medida, las condiciones creadas para la cumbre propuesta y que, como ya es sabido, ocurrió ayer y no antes, como me dijo alguien del PRSD. A las nueve y media de la noche del lunes, en casa de mi vecino el embajador Papito Moreta, entró a mi teléfono la llamada de Hatuey, que respondía a una que le hiciera en la mañana, y me aclaraba que el cara a cara todavía no se había dado, pero que estaba en pie para cuando regresara de Estados Unidos, donde se encontraba. Sólo que a esa hora la columna del martes estaba montada y ya no era posible enmendar el dato que no concordaba, lo que hacemos hoy, como abono a la credibilidad ganada en más de 30 años. De todas formas, aunque Mejía y De Camps no acuerden nada ni vayan juntos ni a misa, con el sólo reencuentro y el fin de las diferencias de años gana la democracia y gana la civilidad política. Con Hatuey, cuyo agravio y cierre del paso al poder fue un histórico error, Hipólito le da una primera señal.