El umbral del cambio
Si bien el proceso electoral no ha concluido formalmente debido a que la Cámara Contenciosa de la Junta Central Electoral tiene pendiente fallar numerosas impugnaciones de las cuales fue apoderada, el hecho fundamental de estas elecciones ñesto es, el sólido triunfo tanto a nivel congresual como municipal del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y aliados sobre el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y aliadosñ quedará inalterado aún si este último bloque de partidos saliera ganancioso en algunos o muchos de los fallos que emita el referido órgano electoral. Los principales voceros del PRD y algunos analistas políticos han basado su explicación de este triunfo en el alegato de que el gobierno y el partido en el poder usaron masivamente los recursos del Estado en provecho de sus candidatos en todo el territorio nacional. Este argumento lleva a deducir que, de no haberse producido ese fenómeno el PRD hubiese resultado ganador o, en el peor de los casos, hubiese dado una muestra contundente de fuerza electoral y cambiado la dinámica política que ha estado dominada por el PLD desde su triunfo en las elecciones de 2004. Asumiendo para fines puramente de argumentación que este alegato sobre el uso de los recursos del Estado fuese totalmente válido, el mismo resulta a todas luces insuficiente para explicar el amplio triunfo del PLD y aliados, al menos por tres razones. La primera es que si el uso de los recursos del Estado es la clave explicativa de la victoria del PLD en estas elecciones, lo mismo debió haber ocurrido en el año 2004 cuando el PRD repostuló a Hipólito Mejía a la Presidencia de la República. En esa oportunidad también se hicieron fuertes denuncias sobre el uso de los recursos del Estado para favorecer al candidato oficialista y, sin embargo, el mismo perdió por algo más de veinticinco puntos porcentuales del candidato opositor del PLD Leonel Fernández. La segunda razón es que, de aceptarse como válido el argumento del PRD, no habría forma de explicar el triunfo de este partido en numerosas demarcaciones del país, incluyendo su notable avance en el ámbito municipal. O en esas demarcaciones no se usaron los recursos del Estado a favor de los candidatos oficialistas, o, el electorado en esos lugares fue más honesto, íntegro y patriota que en el resto del país. Y la tercera razón consiste en que habría que deducir ñcontra toda lógicañ que más del cincuenta por ciento de la población votante que respaldó al PLD y sus aliados en estas elecciones de medio término, así como en los tres pasados procesos electorales, lo ha hecho porque se benefició o beneficia de los recursos del Estado y no porque tenga motivos de otra índole para apoyar las candidaturas de este bloque partidario. En otras palabras, ¿pueden los recursos del Estado haber incidido en la votación de un porcentaje tan amplio y socialmente diverso del electorado dominicano como el que ha estado apoyando al PLD en los últimos procesos electorales? Estos razonamientos no pretenden negar que los recursos del Estado se usan en mayor o menor medida en las campañas electorales ñincluyendo las recién pasadasñ y que el clientelismo es un mal cada vez más agudo del sistema político dominicano. Tampoco se pretende argumentar que estos factores no tienen incidencia o son totalmente irrelevantes en los procesos electorales. Aún así, el triunfo del PLD y sus partidos aliados en cuatro elecciones consecutivas tiene que explicarse en base a otros factores y circunstancias. El elemento clave para entender el triunfo del bloque partidario encabezado por el PLD el pasado 16 de mayo es que la mayoría del electorado dominicano no ha llegado a lo que podría denominarse el “umbral del cambio”, es decir, el momento en que dicho electorado decide cambiar de rumbo porque siente que la mayoría gobernante ha agotado sus posibilidades o porque percibe que la oposición ha construido una mejor alternativa, o una combinación de ambos factores. Experiencias tan disímiles como la británica, la chilena, la salvadoreña o la colombiana, por ejemplo, pueden arrojar luz para entender el proceso dominicano. En las mismas un partido o coalición de partidos ha ganado de manera consecutiva varios procesos electorales con el apoyo mayoritario del electorado y, según sea el caso, la continuidad del partido gobernante o el triunfo de la oposición se ha producido en función de si se haya llegado o no a ese “umbral del cambio”. En la República Dominicana hay razones para creer que ni un factor ni otro ñla insatisfacción de la mayoría del electorado con la gestión del PLD o la construcción de una alternativa de oposición convincenteñ se haya producido todavía. Por supuesto, hay segmentos del electorado que están satisfechos con la gestión del partido gobernante, mientras otros lo prefieren simplemente como una mejor opción que el PRD. Varios factores inciden en esa dinámica política: la valoración que tiene el electorado sobre el liderazgo del Presidente Leonel Fernández, la estabilidad macroeconómica, la confiabilidad en las autoridades monetarias, el impacto de las obras de infraestructura en múltiples lugares del país, los avances en áreas institucionales claves como la administración fiscal y aduanal, la proliferación de iniciativas y programas que llegan a una variedad de sectores y ámbitos de la sociedad, entre otros. Desde luego, hay factores que generan descontento, tales como apagones, desempleo, excesiva empleomanía en las instituciones gubernamentales, denuncias de casos de corrupción, inseguridad ciudadana y aumento del narcotráfico, entre otros, pero para la mayoría del electorado la balanza se inclina a favor de los factores positivos de la presente gestión gubernamental. En cuanto a la construcción de una alternativa convincente de oposición, el PRD ha fracasado en esa labor en los últimos procesos electorales. Sus problemas principales ñdisputas recurrentes entre líderes, fraccionalismo extremo, desinstitucionalización partidaria, incapacidad para dirimir conflictos de manera efectiva, confusión en cuanto a su mensaje programático e ideológicoñ han sido discutidos ampliamente en la opinión pública en ocasión de este proceso electoral. Hay dos factores claves, sin embargo, que gravitan fuertemente en la valoración de la mayoría del electorado sobre el PRD. Uno es la desconfianza en cuanto a su capacidad para realizar una gestión de gobierno que genere estabilidad, eficiencia, certidumbre y realizaciones tangibles. Y el otro es la percepción de que el PRD, una vez en el gobierno, mina las instituciones del Estado con sus propios conflictos y pugnas, lo que produce desconcierto y sensación de caos. Luego del último gobierno del PRD, este partido pudo haber corrido la suerte del Partido Radical de Argentina, pero el descalabro del PRSC y la ausencia de otra alternativa política le han permitido recomponerse como el eje principal de oposición, como se evidenció en el pasado proceso electoral. Hay razones para pensar que este cuadro se puede proyectar hacia la próxima contienda electoral. Sin embargo, los procesos políticos no son estáticos, por lo que una serie de factores y circunstancias, entre éstos la gestión gubernamental durante los próximos dos años, el desempeño de la economía, los procesos internos de los partidos, la estructuración de las coaliciones políticas y el perfil de los candidatos presidenciales, determinarán si el 2012 marcará la llegada al “umbral del cambio” o si la mayoría del electorado le renovará el mandato al PLD y sus fuerzas aliadas.