VIVENCIAS
Galarraga y la ecuanimidad
Sostengo desde hace tiempo que una de las cosas más difíciles de controlar en el ser humano es su temperamento. En otras palabras, mantener la ecuanimidad en situaciones difíciles e intolerables. La mayoría tendemos a adoptar una actitud violenta al ver conculcados nuestros derechos y sobre todo cuando fruto de una decisión injusta se impide lograr un propósito determinado. Lo que vi el pasado tres de junio en un partido de las Grandes Ligas transmitido por la televisión, entre los Indios de Cleveland y los Tigres de Detroit se tornó en una pesadilla por la injusticia cometida de parte del árbitro de primera base Jim Joice al cantar “safe” lo que sería el último out que ponía fin a una faena perfecta del lanzador Armando Galarraga. Como si fuera poco, el último bateador que se enfrentó Galarraga luego de tan de-safortunada decisión también fue puesto out, lo que debe pasar a la historia como el único juego perfecto con veintiocho outs. Pero lo que quiero destacar no es la errada decisión del árbitro, sino la actitud asumida por Armando Galarraga que se mantuvo, por decirlo de alguna forma, impertérrito ante tan evidente equivocación. No protestó, no voceó, no insultó, no maldijo, sencillamente asumió el hecho con gallardía, aunque estoy persuadido que esa noche no pudo conciliar el sueño después de que terminó el partido de béisbol. Armando Galarraga merece un reconocimiento por su labor en el terreno, pero sobre todo, por su humildad y controlar su ira, haciendo honor a aquella frase que repito tan a menudo de que si eres paciente en un momento de ira escaparás a cien días de tristeza. Galarraga se retiró del terreno de juego esa noche memorable con la frente en alto, a sabiendas de lo injusto de la decisión, pero con un silencio que recuerda que “cuando seamos víctimas de alguna injusta acción, el silencio debe venir en nuestra ayuda para ejercer la paciencia comprensiva en lugar de la venganza. La grandeza del silencio nunca se manifiesta con tanta superioridad, como cuando se emplea en réplica a la injusticia que padecemos”. Si alguien al finalizar esta temporada de las Grandes Ligas merece un premio (y a la vez un desagravio) por su hombría y ejemplo a seguir, ese es Armando Galarraga.