Magnicidio, año 49
Cargados de vicios y ahítos de democracia se nos olvida el escarnio vivido varias décadas atrás simplemente porque la mayoría de los dominicanos carecemos de la información para formarnos una idea adecuada de la realidad histórica. El treinta de mayo de 1961 debiera ser fecha de continuo culto por el pueblo dominicano que, gozoso, realce y valore el mérito de los inmortales ciudadanos que liberaron al pueblo de una larga y pesada cadena de iniquidades. Ignoro la magia que hubo de sacar de la apacibilidad de sus viviendas a tan sacrificados artífices de la libertad que con sus espíritus valientes resueltos a conseguir, no la fama, sino que con su tendencia decidida, determinaron acabar con el oprobio y la tiranía, pero que hoy en medio de alborozos libertarios lucen como olvidados sus tributos por las pasiones nacionales, que esconden “patriotas” despojados de toda dignidad personal, que solo han servido para vociferar y revolucionar hasta que se encuentren con su gloria: el soborno. Así hemos vivido, haciendo patriotas a costilla del sacrificio de los viejos forjadores. Después del magnicidio, según registran los historiadores y testigos oculares, comenzaron a impacientarse por las contrariedades que le iban dificultando tomar pronto la vuelta al control de la situación y, caían abatidos, diríamos los principales actores en las calles de Santo Domingo. Así, en los lugares que murieron cubiertos de gloria se erigieron tarjas conmemorativas; sin embargo, muchos dominicanos no saben el significado de estos monumentos y escudos, por el abandono, el sucio y el deterioro que siempre presentan. Para la fecha quizá luzcan más limpios. El de la avenida Bolívar ha sido un muro sucio que hasta de asiento sirve a los transeúntes; en la avenida San Martín hay una tarja opaca y descuidada, en la avenida 30 de Mayo el Ayuntamiento dispone su limpieza y ojalá no sea para conmemorar la fecha solamente. A todos los monumentos a los héroes de la patria debe devolvérsele el brillo y el respeto que debieran tener estos lugares; extiéndase esta sugerencia al monumento a la Raza Inmortal del Centro de los Héroes, la Plaza de la Bandera, Plaza La Trinitaria, entre otros. La ingratitud ha ganado terreno fértil en la sociedad de hoy. Todo se ha contaminado por el peculado y el oportunismo. El rescate de las libertades nacionales (comercio, expresión, tránsito, elección, etc.) más que obra de los héroes de mayo ha sido de los que arrullaron las cadenas; el éxito es de los de ningún mérito y de los que ningún riesgo corrieron. Así se ha ido minimizando la fecha, a tal punto que, con el respeto de algunas mentes sensatas, a la gente de mayo se le ha querido regatear abnegación por su magna obra. También ha pasado con los Trinitarios, herencia que debiera ser inmortal en la conciencia de todos, sin embargo, el desprendimiento y pureza en estos luchadores se considera una obra de tontos, de “filorios”. Bueno y oportuno es recordar que hace 49 años hermosos días empezaron a reír la primavera de 1961, por la hazaña y el arrojo de los que con sus resueltas imaginaciones, su constante batallar en la conspiración, su inmenso valor, que entonces valía lo que no vale ahora, les llamamos: Los Héroes de Mayo.